Tanto Marco como yo gritamos el mismo nombre: Lucas. Por fin había despertado. Siguiendo el ejemplo del chico salvaje, me dirigí rápidamente hacia la cama. Cuando Lucas nos vio, no fue capaz de decir nada pero, sus ojos revelaron gran emoción. - Marco… Trinidad… ¿cómo? No entiendo nada. – trató de enderezarse y profirió un quejido. - Bienvenido al mundo del dolor – intervino Marco, sin duda ése era un gran recibimiento. - ¿Cómo te sientes Lucas? – estaba ansiosa por saber lo que había ocurrido. - Si hermanito, queremos saber cómo estás, y lo más importante, cómo demonios fuiste a parar al suelo de ese bosque. Lucas pareció abrumarse por nuestras preguntas y puso cara de confusión. Suspiró mientras miraba fijo a su hermano y dijo: - Antes de contar lo que me pasó, me gustaría saber cómo llegaste aquí. - Eso es algo que me gustaría mucho saber – me miró – pero creo que por ahora sigue siendo un misterio. - ¿Cómo dices? Es imposible que llegaras sin saberlo… ¿o no? - No lo sé Lucas. Las cosas están complicadas – Marco me volvió a mirar – al parecer, tu noviecita hizo algo para que yo viniera. ¿Qué sabía Marco de mí? Y, no sólo eso, ¿por qué me llamaba “noviecita” con tanta naturalidad? - Trinidad – la voz de Lucas se hizo más suave cuando se dirigió a mi y por dentro sentí que me derretía – lamento haberte dejado sola. No esperaba que sucediera esto. - Tranquilo Lucas, es obvio que nadie quería que pasara esto. Lo importante es que ya estás mejor, porque ¿lo estás? - Si, me siento diez veces mejor que antes de desmayarme. - ¿Te desmayaste? No me vas a decir que un Gilleman se desmayó, por favor Lucas, esperaba más de ti – Lucas pareció sentirse avergonzado. - ¿Por qué tienes que ser tan desagradable? - No te metas en cosas que no te importan. – Marco volvía a ser antipático conmigo. - Cálmate Marco, ella no te ha hecho nada. - ¿Que no ha hecho nada? ¡Mírate! ¿Crees que te habría pasado esto de haber estado en Odunia con tu familia? O, por lo menos, si no estuvieras por ahí, preocupado de humanas que no valen la pena. Los hermanos Gilleman estaban claramente discutiendo algo serio. Yo no alcanzaba a detectar el total del asunto, pero podía entender que en cierta forma yo estaba dentro del conflicto. - ¡No le digas humana! - ¿Esto se va a convertir en una pelea lingüística? - Ay Marco, esta clase de conversación no la tendría con nadie más. Sabes muy bien que nunca he compartido tu aversión por la… gente que no es de Odunia. - “Gente que no es de Odunia”… quien lo diría. Tantos años que hablábamos de nuestra superioridad como raza y ahora, te convertiste en un oso de peluche por esta enclenque. - ¡Oye! No voy a permitir que hables así de mí – por un momento me había perdido en la conversación y me había dedicado a observar pero las palabras de Marco eran demasiado fuertes. - Marco, vete ahora mismo de esta casa. Lucas se había sulfurado demasiado, su cara estaba roja de ira y su mandíbula temblaba levemente. Nunca lo había visto tan enojado, ni siquiera aquella vez que discutimos en el estacionamiento de la universidad. - ¿Quieres que me vaya? - ¿Es que no entiendes el español? - Lo entiendo perfectamente. Incluso mejor que tu. Le diré a mamá que tu trasero sigue a salvo. Pero no gracias a ella – me señaló con odio. - Dile que en la noche iré a verla. - No soy tu mensajero. Esas fueron las ultimas palabras de Marco, después de eso, con una mano tomó la especie de bastón que traía en la espalda y con la otra, agarró el medallón que colgaba en su cuello mientras decía unas palabras extrañas. Luego, una luz azulina llenó todo el cuarto; para cuando mis ojos se acostumbraron a la luminosidad, sólo estábamos Lucas y yo en la habitación. - Disculpa a mi hermano. Es un imbécil. - No Lucas, no digas eso de tu hermano. - Pero… - No sigas con eso. Dime ¿cómo te encuentras? - Me siento algo débil, pero estoy bien. - Estaba tan preocupada – sentí como una lágrima amenazaba por salir de mi ojo – cuando vi que no aparecías, decidí buscarte pero me costó demasiado y cuando te encontré tirado en medio de los árboles, estabas tan pálido y no reaccionabas a nada – mi llanto ya estaba declarado. Lucas respiró tranquilamente y con sumo cuidado, se sentó en la cama. Estiró una mano y tomó el borde de mi cara de modo que me obligaba delicadamente a mirarlo a los ojos. - Te ruego que no estés triste. Lo que me pasó ya no importa, ahora estoy bien, y contigo. Me arrojé a los brazos del chico de los ojos pardos. Sentí como sus brazos rodeaban mi cintura y acariciaban suavemente mi espalda. Estaba tan a gusto cuando estábamos cerca, respiré su aroma y sentí como mi corazón bombeaba rápido y fuerte. - ¿Qué fue lo que te ocurrió? Lucas me separó de su cuerpo pero me mantuvo cerca. En un primero momento me miró de forma abrasadora, como si sus ojos pudieran quemarme por completo pero luego, vi un pequeño asomo de timidez. - ¿Qué sucede? - Es que, me avergüenza contarte lo que ocurrió. – había desaparecido el chico que tanto quería, en cambio, frente a mi, había un chico que se mostraba absolutamente indefenso ante mí. - No quiero presionarte, sólo quiero saber qué fue lo que te sucedió. Tú… dijiste que me irías a buscar… y no lo hiciste. - Lo siento tanto, no quise dejarte ahí, sola… - hubo un pequeño silencio antes de que continuara con el relato- conté los segundos, que faltaban para perseguirte pero te quise dar algo más de ventaja así que caminé lento en un principio. Cuando pensé que era tiempo de buscarte en serio, empecé a correr entre los árboles pero no te encontraba por ninguna parte. Me di cuenta que mi idea de jugar a la escondida había sido sumamente estúpida porque tú no estabas bien, y el hecho de que me demorara en encontrarte te iba a causar más angustia de la que tenías. Estaba entre esos pensamientos cuando se me ocurrió la mala idea de ocupar mis poderes tierra. - ¿Para encontrarme? - Si. Traté de conectarme con la tierra para poder sentirte a través de ella. Pero todo estaba demasiado confuso. Esperaba encontrarme con una presencia bien definida pero no fue así. Al parecer te encontrabas caminando y eso me dificultaba tu localización. Me concentré aún más fuerte para encontrar el sitio exacto, sentí cómo aumentaba el viento a mi alrededor, cómo entraba a mis pulmones y me traía tu aroma. Bajo mis pies pude percibir tu presencia, pero era una sensación débil. Aún así, decidí seguir mis instintos. - Pero no me encontraste. - No, no pude hacerlo. Creo que forcé demasiado los pocos poderes que me quedaban. Mientras caminaba, tu presencia se hizo cada vez más tenue, hasta que desapareció. Me sentí ciego, no sabía adónde debía ir, nos sabía nada. De pronto, todo se apagó. De algún modo, mi sentido común me decía que tenía que ser comprensiva con Lucas. Aunque las cosas no habían resultado de ensueño, por lo menos todos estábamos en buen estado. Pero había algo que no me permitía estar tranquila, había algo que me molestaba. - ¿Por qué lo hiciste? No lo comprendo. Fuiste muy irresponsable. - Lo hice por ti. - Pues no debiste hacerlo. Estaba a tan sólo unos centímetros del rostro de Lucas. En cualquier otro momento de mi vida, habría estado muy feliz por tal cercanía, pero en ese instante, sólo quería huir de allí. Me embargó un enojo sin sentido. Quería gritar, me sentía intoxicada, sucia. Me odié por causarle tal daño a Lucas. - Lo siento Lucas, debo irme. - ¿Qué? – su cara se descolocó en signo de incomprensión. - Gracias por la ropa, aunque fue Marco quien me la pasó – titubeé un segundo – te la devolveré en la universidad. Tomé mi ropa mojada que estaba en el suelo y salí de la habitación. Escuché la voz de Lucas gritando mi nombre pero no fui capaz de mirar hacia atrás. - No mires Trinidad, no mires. Es lo mejor para los dos. Antes de salir de la casa, busqué una bolsa en la que poder guardar mi ropa húmeda. Encontré la cocina y rebusqué hasta encontrar una. Cuando salí de la casa Gilleman, sentí un aire renovador que golpeaba mis mejillas. Debían ser cerca de las cinco de la tarde y me tomaría cerca de una hora llegar a casa. Como estaba en un barrio exclusivo, ninguna locomoción llegaba hasta ese sector. No tuve otra opción que caminar hasta acercarme al centro de la ciudad. Caminé. Sin pensar en nada ni en nadie. Iba como zombie arrastrando un pie a la vez, moviéndome de forma automática. No veía nada a mi alrededor. Cuando por fin tomé conciencia de donde me encontraba, busqué en mis pantalones en busca de dinero pero no encontré nada. Como había salido con Lucas, había dejado mi bolso en casa. Ahora sólo me quedaban mis pies cansados, debía seguir caminando. Una vez en casa, lo único que deseaba era ir a mi habitación, tirarme sobre mi cama y olvidar todo lo sucedido en los dos días anteriores. - Hola, ¿hay alguien en casa? Silencio. No había nadie, o por lo menos, ningún humano. Pinta bajó corriendo a recibirme y se frotó entre mis piernas. - ¿Qué pasó Trinidad? No tienes buena cara. - Ay Pinta, tuve un día horrible. - ¿Alguien te ha hecho daño? – los pelos de su nuca se erizaron en signo de ira. - Tranquila, no quiero más problemas por hoy, no más por hoy. Mi madre me había dejado una nota en el refrigerador. Todos habían ido a la casa de Carlos y me habían dejado comida lista para calentar. No tenía deseos de comer nada pero mi skillü me convención de que si no comía, mi familia se preocuparía. Después de comer, me dirigí a mi cuarto, siempre en la compañía de Pinta. Tuvimos una larga conversación, le conté todo lo que había pasado aquel día y traté de expresar todos mis sentimientos. Desde la llegada de Pinta a mi vida, había dejado de escribir mi diario personal porque, ahora, todo se lo contaba a ella. Sólo me guardaba algunos detalles muy profundos que me avergonzaba contarle. Sabía de mi atracción hacia Lucas pero no le hablaba mucho acerca de él; trataba de dejar sólo para mí aquel sentimiento tan fuerte y que quemaba en mi interior. - ¿Qué debo hacer? Salí tan repentinamente de su casa. ¡Lo dejé solo y herido! Me siento terrible. - Lo siento, no sé que decirte. Es algo que te corresponde decidir a ti. Pinta tenía razón. La Trinidad de mi conciencia estaba segura de lo que debía hacer a continuación. El problema radicaba en que, la Trinidad real, la de carne y hueso, tenía miedo de lo que ocurriría luego.
Así como lo leen... lamento decir que una vez más, estoy atrasada.
- http://crepusculoymuchomas.blogspot.com/
- http://www.letrasyescenas.com/ (no es blog, pero les recomiendo demasiado que pasen a ver la página)
- http://amarloprohibido.blogspot.com/
Me congelé. Mi cuerpo ya estaba frío pero esto no tenía nada que ver con una sensación física. Aquel joven que estaba parado frente a mí, aquel joven tan desagradable y altanero era el hermano de Lucas. Vaya si me había portado feo con él.
- Su… su… ¿hermano?
- Bueno, compartimos padres así que, se puede decir que somos hermanos – su rostro mostraba una expresión de superioridad que era reafirmada por la postura de su cuerpo.
- Estás… ¿no me estás mintiendo?
- Ja, ¿qué lograría yo al mentirte?
- Pues, creo que nada.
Marco se giró y me dio la espalda. Caminó hacia un armario que estaba cerca de la ventana y sacó unas prendas de ropa. Comenzó a desnudarse frente a mí, sin ningún tapujo pero, yo si que tenía vergüenza de mirarlo así que agaché mi cabeza y cerré los ojos.
- No me vas a decir que te da vergüenza verme sin ropa.
- Si.
- Vaya, y yo que pensé que estábamos en una época liberal.
- Supongo que la personalidad de cada uno, no se la debemos a la época o el lugar en que estemos.
- Me impresionas, ya me había hecho la idea de que eras una completa imb… lo siento, pensé que eras menos inteligente.
Decidí que aquel comentario no merecía réplica alguna y me concentré en las agujetas de mis zapatillas. Nunca había pasado tanto tiempo seguido mirándolas. Cuando Marco terminó de cambiarse de ropa, según mi imaginación, se dirigió nuevamente hacia el armario.
- Ya puedes mirar – me dijo – de todas formas ya te perdiste de la mejor parte.
Me incomodaba la forma de ser del hermano de Lucas. Sus personalidades eran tan diferentes aunque los dos compartían una cuota de misterio. Mientras él rebuscaba en el armario, yo me dedicaba a mirar a Lucas. Su aspecto difería bastante del que tenía cuando lo había encontrado en el bosque. Me acerqué para observarlo mejor pero Marco me sorprendió arrojándome unas ropas a la cara.
- ¿Por qué tienes que ser tan grosero?
- ¿Por qué no serlo? Además, soy todo un caballero. Ponte esa ropa o te puedes enfermar con lo que traes puesto.
- Gracias.
Efectivamente, mi ropa estaba totalmente húmeda y si me quedaba así por algún tiempo más, seguramente me iba a agarrar un gran resfriado, si es que ya no lo había pescado. Tomé la ropa, era una polera blanca, un polerón verde y unos pantalones de gimnasia.
- Se que no es de tu talla pero es lo más pequeño que encontré.
La ropa tenía el mismo aroma que Lucas, ese aroma que me hacía perder la cabeza. Me saqué el abrigo y me disponía a sacarme el sweater cuando me percaté de que Marco me miraba fijamente.
- ¿Te importaría?
- No pensarás que me interesas… - puso una mirada de asco, como si yo fuera horrible y me hizo sentir disminuida.
- No pienso nada, sólo quiero un poco de privacidad.
- Está bien – se giró para darme la espalda y quedó frente a la ventana.
- No hagas trampa, estás mirando el reflejo.
- Eres realmente irritante. – pasó rápidamente por mi lado y me dio un pequeño empujón – pero tienes sólo un minuto, después de eso entraré, estés o no vestida.
- Como digas, pero sal de una vez.
Marco salió y cerró cuidadosamente la puerta. Después de estar segura de que no espiaba, me cambié velozmente, primero los pantalones, luego la polera. Antes de que me abrigara con el polerón, Marco había entrado precipitadamente y, una vez dentro de la habitación, se dirigió directo a su hermano y se arrodilló junto a él.
- ¿Qué crees que le sucedió?
- No estoy seguro pero quizás – me miró fijamente – tu deberías saberlo, estabas con él cuando yo llegué.
- ¿Yo? No sé que le ocurrió.
- Dime, ¿por qué estaban en ese lugar?
- Pues, Lucas me llevó para que camináramos por el parque – no quería contarle la parte de la escondida, pensar en eso me hacía sentir ridícula – y de pronto, lo perdí.
- ¿Cómo que lo perdiste? Sé más clara.
- Es que… - mis nervios me estaban controlando – estábamos caminando y… supongo que nos distrajimos.
Marco me miró de forma desconfiada, seguramente no creía en mi versión de los hechos. Lo más lógico era que pensara que lo estaba inventando, incluso yo creería eso si alguien me dijera “lo perdí”. Para tratar de parecer más tranquila, me senté sobre la cama para estar más cerca del chico de los ojos pardos, que dormía tranquilamente.
- Y, ¿por qué no hiciste nada para ayudarlo? – esto se estaba convirtiendo en un interrogatorio bastante incómodo.
- No es que no hiciera nada… o puede que si – me encerraba en mis propias palabras – estaba nerviosa y no sabía qué hacer. Cuando se me ocurrió darle reanimación, pues, me caíste encima.
- Que Lucas no escuche que te caí encima porque tendré problemas con él. – me miró de forma lujuriosa.
- ¿Siempre eres así?
- ¿Así cómo?
- Así – lo apunté – de esa forma, ¿cómo decirlo? Tan, instigador.
- Jaja, no. Sólo cuando quiero ser desagradable.
- Ah.
No atiné a responder nada coherente así que mejor me quedé en silencio. El hermano de Lucas me miraba de una forma que me hacía sentir vergüenza. Sus ojos denotaban deseo, pero a la vez, sentía que había algo de rabia y odio. ¿Cómo podía odiarme alguien sin conocerme?
- Dime – por lo visto iba a continuar con el interrogatorio – tu, ¿eres Trinidad?
- Emmm, si.
No me había percatado de que, sólo él había revelado su identidad. Nunca mencioné quién era yo y, seguramente, por eso Marco se mostraba tan desconfiado.
- ¿Cómo sabes mi nombre?
- Fácil. Lucas ha hablado de ti. Eso – señaló mi brazo – yo ayudé a construirlo.
- Claro, tu hermano me dijo que tú y tu padre lo habían hecho.
- Veo que hice un buen trabajo – me tomó por la muñeca y me apretó fuertemente pero sin causarme daño, al parecer sólo disfrutaba de tener secuestrada mi mano.
- Si – una vez más no se me ocurría qué responder.
En ese instante, Lucas suspiró. Ambos nos sobresaltamos, Marco me soltó. Miramos a Lucas esperando una nueva señal, pero nada ocurrió. Mantuve la respiración durante la expectación, quería que abriera los ojos para saber lo que había ocurrido en aquel parque. Sólo Lucas sabía, nadie más que él podría resolver mi duda.
En vista de que nada más sucedió, pensé que tener una pequeña charla sería bueno, o por lo menos nos distraería un poco.
- Marco, hay algo que quiero saber.
- ¡Gracias al cielo! No sería bueno para la humanidad que te quedes sólo con el poco conocimiento que tienes.
- Oye, no es necesario que seas tan desagradable – por lo visto, la idea de tener una conversación no era muy buena.
- Lo sé, es sólo que me gusta ver que te enojas.
- Como sea, lo que quiero saber es, cómo llegaste.
- Es algo complicado.
- Creo que no soy tan idiota como para entenderlo.
- ¿Estás segura? – lo miré con furia – bueno, lo explicaré. Estaba en mi habitación, cuando de pronto sentí que mi placa me quemaba el pecho. No se si tu sabes, aunque no debes saber – lo miré feo – pero la piedra del destino es un material muy noble y no es normal que se caliente sin razón.
- Pero si había una razón.
- ¿Había?
- Si, bueno, supongo que si.
- ¿Puedes ser más explicativa?
- Bueno, como ya te dije, estaba caminando con Lucas hasta que por alguna razón que desconozco, nos separamos. Cuando me percaté, lo busqué por varios minutos y cuando por fin di con él, estaba tendido en el suelo. Estaba nerviosa y no sabía qué hacer, dentro de todo lo que sucedió, o lo que no sucedió, tomé su medalla y la apreté.
- Perdona mi escepticismo pero por apretar la medalla de Lucas, no se va a calentar la mía.
- Si no me interrumpes vas a saber lo que sucedió. Tomé fuertemente la medalla y… - traté de recordar las palabras exactas – pedí por ayuda, no importando de qué lugar viniera, quería que llegara alguien a ayudarnos.
Marco se quedó pensativo. Tomó la mano de Lucas y la apretó entre las suyas. Sus cejas se juntaron y su expresión tenía algo de seriedad y preocupación, seguramente sus ideas iban a mil por hora.
- ¿Qué crees que pasó? – me atreví a preguntar.
- No estoy seguro todavía, al parecer es algo complejo – me miró como queriendo decir que mi intelecto no alcanzaría a comprenderlo – quizás tú… no, eso es imposible.
- Dime qué es lo que piensas.
- ¿Lucas te enseño como utilizar el brazalete?
- ¿Qué? – no entendía su pregunta y mucho menos me imaginaba qué relación tenía mi brazalete con la aparición del hermano de Lucas.
- Limítate a responder.
- Eres realmente desagradable. – traté de usar mi mirada de odio pero al parecer Marco no se inmutó – No, Lucas no alcanzó a decirme mucho.
- ¿Sabes usarlo?
- No. Anoche Lucas lo usó pero no me dijo nada, sólo estaba ahí – señalé el brazalete que estaba en mi brazo.
- Mmm, creo que esto es más extraño de lo que pensé. Tu pediste ayuda justo en el momento en que yo estaba pensando en mi hermano pero, por alguna razón que desconozco, el brazalete te hizo caso, sin siquiera hablarle en lengua antigua y, me hizo venir.
Al parecer, lo que había sucedido era extraño, incluso cuando pertenecías al mundo de la magia. ¿Por qué entonces, el brazalete, la medalla de Lucas o la de Marco me había hecho caso? ¿Cómo habría logrado llamarlo y cómo fue que apareció justo donde estábamos?
Había muchas preguntas sin respuestas.
- ¿Cómo se usa la piedra del destino?
- ¿Me estás pidiendo que te enseñe? – Marco me miró extrañado, casi sin dar crédito a mis palabras.
- Creo que me serviría saber cómo se ocupa esta cosa – señalé hacia mi brazo una vez más.
- Y si yo te enseño a usar tu brazalete… ¿qué me darías a cambio? – esa idea me pareció bastante insólita.
- ¿Es que acaso no conoces algo llamado empatía? No todo en la vida tiene recompensa.
- Ay niñita, no es necesario que te pongas tan profunda. Y de todas formas no te voy a enseñar.
- Gracias por tu amabilidad. Tendré que esperar a que Lucas esté bien para qué me diga qué hacer con mi brazalete. – quise probar una vieja táctica aunque dudaba mucho de sus posibles resultados, de todas formas lo intenté – y quizás, también le cuente lo simpático que fuiste conmigo mientras estaba inconciente.
Marco me miró perplejo, por unos segundos se quedó sin habla y no pudo responder a mi pequeño y poco consistente ataque. Finalmente, me respondió.
- Te diré algunas cosas, sólo para que no sigas diciendo estupideces. – soltó la mano de Lucas y caminó hacia mí. – levántate.
Lo obedecí y me puse de pie. Marco se posicionó frente a mí y se paró muy erguido, imponente y grandioso. Alcé mi vista y me encontré con sus profundos ojos azules. Me abrumó lo atractivo que era, sentí que me sonrojaba y me avergonzaba por la cercanía.
- ¿Qué pasa pequeña? No me digas que te intimida mi presencia - ¡demonios! Por qué los hermanos Gilleman sabrían interpretar tan bien mi lenguaje corporal.
- Claro que no. Sólo quiero saber de una vez cómo usar este brazalete.
- Como digas. Te diré lo principal que debes saber, el resto se lo preguntas después a Lucas porque no pienso ser tu prof…
Marco se detuvo en seco, dejó de hablar repentinamente y pasó casi volando por mi lado. Cuando me giré para ver qué sucedía, vi que Lucas había despertado.
Por lo que acababa de oír, no era precisamente un objeto lo que me había arrojado al suelo. No podía distinguir nada a mi alrededor debido a la luz. Traté de apoyarme sobre mis manos pero en el suelo había numerosas piedrecitas que se incrustaron en mis palmas así que no seguí intentando.
De una forma tan inexplicable como apareció la luz, se fue; pero mis ojos se demoraron un poco en acostumbrarse al nuevo entorno. Sólo podía oír.
- ¿Qué demonios te ha pasado Lucas?
Aquella voz era profunda y estaba marcada con un dejo de rabia. Hacía vibrar el aire a mi alrededor y colmaba el ambiente de una singular fuerza. Era potente y abrasadora.
- ¿Quién eres? – me atreví a preguntar.
- Esa pregunta debería hacerla yo.
Cuando mis ojos por fin se acostumbraron a la penumbra, pude ver al sujeto que estaba sobre Lucas. Era un hombre joven aunque mayor que yo, debía tener unos veinticinco años, o por lo menos, eso aparentaba. Vestía una ropa fuera de lo común, estaba ataviado con unos pantalones negros y una polera oscura, sobre ella llevaba una especie de chaqueta de cuero sin mangas y cargaba una especie de bastón en su espalda.
Aunque había sido bastante grosero conmigo, eso no me impedía ver que era bastante guapo. Su espalda era ancha y se podía ver sus brazos bien marcados debajo de su ropa. Tenía el pelo un poco largo y desordenado que producto de la lluvia, se pegaba en algunas partes a su rostro. A un costado de su cara, tenía una fina cicatriz que le daba un aspecto más interesante. Sus ojos eran de un azul profundo y me daban la sensación de ser traspasada por aquella mirada.
Tomó fuertemente a Lucas y lo alzó entre sus brazos.
- Hey, ¿qué haces?
- Veo que lo tuyo no es la inteligencia. – su voz y desprecio era tan potente que provocaba que el frío se apoderara de mi cuerpo una vez más.
- No te atrevas a llevártelo.
- Claro, y dejarlo morir a tu lado es lo más sensato. – comenzó a caminar sin prestarme atención.
- ¡Detente! – paró en seco y giró lentamente para hacerme frente.
- ¿Para qué? ¿Por qué querría perder mi tiempo hablando contigo? – caminé con decisión los metros que nos separaban, pensaba hacerle frente pero, antes de poder acercarme demasiado, giró nuevamente y caminó más deprisa.
- ¿A dónde lo llevas?
- A casa.
¿A casa? ¿Quién era este chico? ¿Sabría todo lo relacionado con Lucas?
Caminaba con seguridad entre los árboles e inexplicablemente, sin preguntar ninguna referencia, llegó al lugar donde se aclaraba el bosque.
- Hey, para de una vez. – intentaba seguirlo pero era muy rápido y empezaba a quedarme atrás.
- No. – siguió caminando, esta vez más rápido gracias a que ya íbamos a través del pasto y no había nada a lo que hacerle el quite para no caer.
Se dirigió hacia el auto de Lucas. Tomó al chico de los ojos pardos con un solo brazo mientras con la otra mano registraba sus bolsillos. Cuando dio con la llave que buscaba, abrió la puerta del auto y metió a Lucas en el asiento del copiloto. Cuando por fin logré alcanzarlos, iba jadeando por el esfuerzo físico al que no estaba acostumbrada.
- Qué…
- Cállate si no vas a decir algo inteligente.
- Por qué…
- Shhht – me hizo callar.
Sacó un diminuto frasco de su chaqueta que contenía un líquido plateado. Abrió la boca de Lucas y estaba preparado para dejar caer su contenido en su boca. Retuve su mano con toda mi fuerza y le impedí continuar.
- ¿Qué es eso que pretendes darle a Lucas?
- Esto – dijo mientras se liberaba de mí como quien sacude una pelusa – es lo que le salvará la vida – vertió todo el líquido en la boca de Lucas y lo ayudó a tragar.
Me empujó con el hombro y cerró la puerta. Rápidamente rodeó el auto y abrió la puerta del piloto. En vista de que era absolutamente inútil tratar de retenerlo, me metí lo más rápido que pude para no darle la oportunidad de dejarme y llevarse a Lucas.
- Veo que eres bastante molestosa. – su voz denotaba un hastió profundo.
- Si, y puedo serlo más si me lo propongo. – aquel chico me estaba irritando demasiado.
Era la hora de que yo también fuera desagradable. No iba a dejar que un desconocido me hablara así, sin siquiera defenderme.
Miré a Lucas y pegué un salto.
- Está rosado.
- ¿Qué? Acaso esperabas que se pusiera verde – no le presté atención al entrometido que manejaba y me apoyé en el respaldo del asiento donde estaba Lucas, me asomé y toqué su mejilla. Estaba notablemente menos frío.
- Lucas, por favor despierta.
A pesar de que tenía mejor aspecto, seguía sin reaccionar. Aunque el chico le había dado algo que al parecer le hacía bien, no sentía ni el más mínimo asomo de confianza. Obviamente aquel joven sabía cosas que yo desconocía y lo más seguro era que conociera bastante bien a Lucas.
Empezaba a sentir un gran desagrado por aquel desconocido y por alguna razón, era incapaz de elaborar frases coherentes frente a él, así que decidí no decir nada más durante el viaje y me dediqué a acariciar la mejilla de Lucas y decirle al oído que necesitaba que abriera los ojos mientras trataba de no pensar en que estaba empapada y tiritando debido a la sorpresiva lluvia.
Como iba preocupada de Lucas, dejé de ver el camino y confié en que llegaríamos a un lugar seguro. En unos pocos minutos nos encontrábamos en la casa de Lucas. La lluvia había cesado.
El chico bajó del auto y se dirigió a la entrada, hizo algunos movimientos extraños con las manos y la puerta se abrió.
Me bajé del auto para ayudar a bajar a Lucas pero el desconocido era muy rápido y ya estaba a mi lado. Me apartó y tomó a mi objeto de preocupación una vez más.
- Toma – dijo mientras me tiraba una llaves a la cara- Ya que sigues aquí, por lo menos se útil y ponle llave.
Me tragué las infinitas respuestas e insultos que pasaron por mi cabeza y me limité a ponerle seguro al auto de Lucas. Cuando terminé, me dirigí hacia la casa y entré.
No veía el lugar en que se encontraban los dos chicos así que decidí buscarlos.
- ¿Dónde estás?
Mi pregunta resonó en vano pues nadie respondió. Me dirigí hacia las escaleras, recordaba que el dormitorio de Lucas estaba en el segundo piso y seguramente el extraño lo había llevado hasta allí. Subí cuidadosamente y en silencio esperando escuchar algún indicio del estado de Lucas o algo que me diera alguna pista de quién era el chico que me golpeó en el parque.
Una vez que llegué al segundo piso, me percaté de unas pequeñas gotas que salpicaban la fina alfombra que recubría el piso y decidí seguirlas. Me encontré con un estudio, un baño y una pieza vacía en el camino. Ya casi al final del recorrido, quedaban sólo tres puertas. Las manchas de agua se dirigían hacia la penúltima del lado izquierdo, que daba hacia el frente de la casa. Me acerqué a la puerta y escuché susurros provenientes del interior.
- ¿Lucas?
- Ah, veo que sigues por aquí. – ahí estaba el sujeto.
Lucas estaba tendido en una cama, seguramente era la suya. Estaba semidesnudo, y a su lado se encontraba el joven que se apostaba de rodillas y con cara de preocupación.
- Si, sigo aquí. Al igual que tú – agregué.
- Hey, ¿por qué se supone que no debería estar aquí?
- Pues no lo sé. Así como tampoco se quién eres.
- No lo sabes aún.
- No.
El chico se puso de pie y me miró. Sentí un escalofrío en cuanto nuestros ojos se encontraron en una silenciosa disputa. Había algo en esos ojos que me resultaba conocido. Algo en mi interior me decía que a pesar de lo desagradable que me resultaba, él no era una mala persona.
- Emm, siento haber sido descortés contigo. No era mi intención – me acerqué un poco – estaba preocupada por Lucas.
- No te disculpes – un ligero resplandor pasó por sus ojos – no me ofendo por humanos que no significa nada para mí.
- Para. Una cosa es que trate de ser amable contigo, pero no voy a aceptar que me trates de ese modo.
- Así que no vas a aceptar… ¿y quién eres tú para aceptar o no aceptar algo?
- Soy una muy buena amiga de Lucas, y en vista de que no sé quien eres tu… - respiré hondo – te pido que te vayas. Yo me encargaré de cuidarlo.
El joven rió estrepitosamente, me asusté al pensar que el ruido podría perturbar a Lucas, pero él no se movió.
- ¿Qué yo me vaya?
- Si, eso dije.
- Lo mejor será que te vayas tú – siguió riendo mientras me miraba con desprecio.
- ¿Y quien eres tú para decirme eso?
- Que quién soy yo… pues yo, soy el dueño de esta casa.
Este chico me tenía realmente intrigada. Conocía a la perfección a Lucas y sabía donde se encontraba cada cosa. Obviamente conocía la casa a la perfección pues debía de haber llegado directamente a la habitación pero, ¿sería él el dueño de la casa? De ser así, ¿por qué Lucas vivía en una casa que no le pertenecía? De pronto me dí cuenta de un gran detalle; a pesar de conocer algunas cosas importantes de Lucas, muchos aspectos de su vida me eran desconocidos, como su vida antes de llegar a la universidad.
- Lucas es el dueño de esta casa.
- Pues, si… y no. - ¡diablos! Cada respuesta de este chico me dejaba con más preguntas. Era tan misterioso y seguro de si mismo. Era tan engreído.
- Explícate. – rodó los ojos en señal de desagrado.
- Quiero decir – lo dijo lentamente – que esta casa le pertenece a la familia Gilleman.
- ¿Y eso qué tiene que ver contigo?
Volvió a reír ruidosamente y unos mechones de pelo cayeron seductora y malévolamente sobre su rostro.
- Tiene que ver conmigo porque… - disfrutaba cada latido desesperado de mi corazón, disfrutaba con mi angustia – soy Marco, el hermano de Lucas.
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