~ música ~

Cap 15: Blanco

No pude dormir en toda la noche. Una vez que Lucas se aseguró de que estaba más calmada, se fue a su casa.

Mi mamá pasó algunas horas conmigo, acariciando mi pelo y dándome esperanzas.

De ser por mí, habría corrido a la clínica en cuanto supe lo de Ale pero, no era lo más aconsejable. Tenía que esperar a que fuera de mañana para poder ir a ver a mi amiga y el corazón no me perdonaba, amenazaba con salirse y causaba un gran dolor en mi pecho. Cientos de lágrimas caían por mis mejillas.

Las horas pasaban lentamente, pero por lo menos pasaban.

Tic tac… la noche se hacía de día… tic tac… mis párpados pesaban demasiado… tic tac.

A la mañana siguiente fui despertada por mi skillü.

- Trinidad, ya es de mañana.

- ¿Qué?

- Despierta. Lucas dice que se hace tarde.

Había mucha luz en mi habitación, una luz blanca como la de esos días que están un poco nublados, se colaba por mi ventana. Debía estar soñando, seguramente seguía somnolienta. ¿Lucas, en mi habitación?

Fue tal la sorpresa que desperté. Estaba tendida sobre mi cama, debajo de mí se arremolinaban las sábanas y frazadas, era un completo desorden.

- ¿Qué dijiste Pinta? ¿Cómo es eso que Lucas dice algo?

- Te estuvo acompañando toda la noche.

Miré a mí alrededor en busca de unos ojos pardos, busqué en cada rincón pero mis ojos no se encontraron con los suyos.

- Espero que no sea una broma, porque no estoy de ánimos.

- No Trinidad, no es una broma. – Pinta me miraba como si estuviera hablando con una loca, sus ojos denotaban extrañeza; como si ilógico que dudara de sus palabras.

- Dime entonces de qué se trata.

- No lo entiendo.

- Pues yo entiendo menos que tú.

- Trinidad, Lucas te ha estado cuidando a través del brazalete.

- ¿El brazalete?...

En cuanto lo vi, enmudecí. Había un diminuto rostro incompleto reflejado en mi brazalete; por alguna razón, seguramente, mágica, los ojos de Lucas miraban los míos como si se reflejaran en el metal.

- ¡Lucas!

- Hola Trinidad, ¿cómo amaneciste?

- Emm, creo que… confundida.

- Estuviste muy intranquila durante la noche.

- Nunca dijiste… tú no… ¿cómo?

- Lo siento, no alcancé a contarte todo lo relacionado con el brazalete.

- Tú… acaso tú… ¿me ves?

- Claro, al igual que tu a mi.

Eran tantas cosas juntas que me sobrepasaban, sin darme cuenta, mis ojos se inundaron una vez más y no pude contener mi tristeza.

- Tranquila, no pasa nada.

- Trinidad, no estés triste – mi skillü también trataba de serenarme pero ninguno de los dos lo conseguía.

- Ha sido una noche… horrible… no puedo creer… Ale…

- Trini, Ale está bien.

- ¿Qué sabes de ella?

- Hace poco hablé con Benjamín. Como lo suponíamos, él la acompañaba cuando los asaltaron. Ale esta mejor, durante la noche la operaron y lograron estabilizarla, ya sabes, un pulmón perforado es algo complicado. – Una nueva oleada de lágrimas nublaron mi visión.

- Bien hecho Lucas – Pinta rodó los ojos y se acurrucó a mi lado.

- Lo siento. Pero lo importante es que ya está fuera de peligro.

- Quiero ir a verla.

- Mmm, no creo que puedas. – al ver mi cara de desesperanza agregó – pero podemos intentarlo.

Tan rápido como mi torpeza me lo permitía, me alisté para salir. Mi skillü era de gran ayuda porque me avisó en varias oportunidades de prendas mal puestas o, simplemente, falta de ropa. Cuando por fin estaba vestida, bajé.

En el comedor estaban mis padres, seguramente Julieta se encontraba durmiendo.

- Hija, siéntate para que comas algo.

- Gracias mamá, pero no tengo hambre.

- No quiero discusiones; además, llamó tu amigo Lucas y dijo que pasaría por ti en veinte minutos. – no podía creer que Lucas llamara a mi casa – Y pidió que me asegurara de que comieras algo porque te llevará a la clínica.

- Está bien, está bien.

Como pude, tomé un vaso de leche y jugueteé con un par de galletas hasta que tocaron el timbre.

Puntual como siempre, Lucas había llegado a recogerme.

En cuanto salí, vi una vez más la luz blanca; era un día muy luminoso tomando en cuenta que estábamos en pleno invierno.

El camino a la clínica fue silencioso, probablemente el chico de los ojos pardos temía que cualquier comentario pudiera hacerme explotar de nuevo.

Una vez adentro, buscamos a los padres de Ale. No pude verla porque estaba con visitas restringidas, pero me tranquilizó hablar con ellos. Mi amiga había sido sometida a una cirugía de largas cuatro horas pero se encontraba fuera de peligro. Si todo iba bien, en una semana estaría en su casa.

Cuando salimos de ese sitio, lleno de luces y personas con delantal, todos con un inmaculado tono blanco; no quise regresar a mi casa.

- ¿Dónde quieres ir?

- No lo sé, pero no quiero ir a mi casa. – miré a Lucas con ojos suplicantes y no tuvo otra opción más que aceptar mi petición.

- Está bien. Hoy seré el encargado de distraerte.

- Gracias Lucas – tomé su mano y la apreté entre las mías.

- Pero necesito que pongas de tu parte.

- Lo intentaré.

Mi acompañante abrió la puerta del copiloto para que yo subiera. Rodeó el auto y luego subió.

- ¿Te parece si vamos a dar una vuelta al parque?

- Si, eso estaría bien.

El recorrido fue silencioso. Cuando llegamos, estacionó a un costado de mi parque favorito y comenzamos a caminar sin rumbo.

El aire entraba en mis pulmones y sentía que con cada respiro, mi cuerpo se limpiaba de aquella sensación de angustia. Me encantaba caminar entre los árboles y me dejé perder entre tanto verde.

- Gracias por traerme aquí.

- Me gusta verte feliz – me giré y lo miré directo a los ojos, luego permití que mis ojos se desviaran a través de su rostro y de ahí, hacia su pecho. Lucas era realmente apuesto. No sólo su cara era linda sino que su cuerpo, era un tanto fibroso pero sin ser exagerado, más bien se mantenía delgado. Sus brazos eran un tanto gruesos, muy protectores; y sus manos eran de un tamaño medio, de esas manos que serían capaces de defenderte ante cualquier eventualidad. Lucas era perfecto… y si no era así a los ojos de los demás, era porque debían estar ciegos.

- Si sigues mirándome así, creo que me puedo gastar - había perdido la noción del tiempo, quizás llevaba minutos observándolo.

- Lo siento – sentí como la sangre subía a mis mejillas y me invadía un extremo calor – no quise incomodarte.

Lucas ladeó un poco la cabeza y me observó fijamente. Muy lentamente, se acercó peligrosamente a mí. Sus ojos estaban a centímetros de los míos, nuestras narices casi chocaban y podía sentir su respiración.

Mi corazón se agitó.

- ¿Qué…?

- Shhh – silenció mis labios con el contacto de uno de sus dedos – no es la mejor idea que he tenido pero, creo que servirá para distraerte.

- ¿Cuál es tu idea?

- Simple – se alejó un poco – jugaremos a la escondida.

- ¿La escondida? – Lucas era impredecible.

- Si, la escondida – puso una expresión de seriedad y autoridad – tienes un minuto para esconderte en este bosque.

- Déjame ver si entiendo bien, tengo que esconderme… ¿y tú después me buscarás?

- Exacto.

- ¿Y hay algún premio de por medio? – ya que iba a jugar como una infante, por lo menos quería hacerlo de una forma más interesante.

- Nada de premios – miró hacia ambos lados y continuó – si logras esconderte bien, y no te encuentro, te salvarás de un gran castigo.

- ¿De qué demonios estás hablando?

- Digo que, soy la más terrible máquina de… hacer cosquillas.

- ¡Jajaja! ¿Estás hablando en serio?

- Claro que sí, y si te interesa saber, tan sólo te quedan 26 segundos para correr.

Tenía que correr, y así lo hice. Mientras iba lo más rápido que podía entre los árboles, pensé que la idea de Lucas era un poco ridícula aunque, como había dicho, serviría para distraerme y pensar en otras cosas. Me sorprendía su forma de pensar y de actuar, en ocasiones era tan misterioso… pero, en momentos como el que estaba viviendo, podía comportarse como un niño de apenas cuatro años.

El viento golpeaba agradablemente mi cara, mi pelo se elevaba y arremolinaba con las corrientes de aire que sucesivamente aparecían entre cada árbol y la luz que se colaba entre las ramas me cegaba de vez en cuando. Cuando me cansé de correr, busqué un buen lugar para refugiarme. Encontré un árbol caído que se atravesaba entre dos árboles gigantes, decidí esconderme detrás de él y esperar a que Lucas me encontrara.

Me senté y me concentré sólo en mi respiración, con cada segundo que pasaba, me iba relajando. Percibía como los miedos me dejaban y en su lugar, una sensación de tranquilidad ocupaba el espacio que antes había sido compartido con el dolor.

Mi escondite no era muy estratégico, es más, seguramente sería un blanco fácil de encontrar puesto que la mitad de mi espalda quedaba expuesta. Pero para ser sincera, tenía deseos de ser encontrada por Lucas, tenía deseos de pasar un rato agradable, tenía deseos de ser feliz.

Pero Lucas no llegó.



1 Comment:

  1. Carla said...
    Hay! con los finales abiertos que dejas "Pero Lucas no llegó." Siempre surge la misma pregunta ¿Y ahora ? ¿Que pasara? Pero esa es una buena estrategia para que te impulse a leer cada vez mas y que sigas enganchada en la historia ;)

    Aparte, con las características que describes a Lucas será dificil encontrar un actor adecuado para el...

    Tu misma lo has dicho: "Lucas era perfecto… y si no era así a los ojos de los demás, era porque debían estar ciegos." xDDD

    Un beso grande!!!

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