~ música ~

Cap 2: Primer día, primer problema

Jamás pensé que mi vida cambiaría así, jamás pensé encontrar a alguien como Lucas, ni en el más fantasioso de mis sueños pude lograr imaginar alguien tan especial y fuera de lo normal como él, pero lo que ni remotamente esperaba era enamorarme.

 

Todo comenzó un día de marzo, yo llevaba cuatro días en cama y todavía no había podido ir a la universidad, mi primer día de clases me había rehuido una y otra vez. El médico había dicho en un principio que era una gripe pasajera, pero yo no habría sido capaz de ponerme de pie antes, porque en cuanto lo intentaba, toda la habitación daba vueltas. No era una simple gripe, y todavía no pegaba los trozos que habían quedado de mi corazón.

 

Había llegado el día, de una forma u otra tenía que ser capaz de ponerme de pie y enfrentar mis miedos. Estaba aterrorizada por mi primer día en la facultad y la gripe no me ayudaba. Finalmente, me armé de valor, fui al baño y tomé una ducha. Cuando volví a mi habitación eran las 6:28 así que todavía tenía tiempo, me costó decidir que ropa usar hasta que opté por una polera sencilla pero azul, mi color favorito, y unos jeans negros, nada mejor que ropa cómoda para un día como éste.

 

De camino a la facultad se me hizo difícil tomar el bus, todos iban llenos y cuando por fin pude tomar uno eran cerca de las 8 de la mañana, ¡que manera de empezar mi año escolar! Ya había faltado tres días y ahora iba a llegar atrasada. Por suerte nadie notó mi presencia en la sala porque el profesor ya estaba hablando sobre la importancia de entender las bases matemáticas de cierta fórmula física que no logré comprender, creí pasar inadvertida pero me equivocaba.

 

-          Usted, la que acaba de llegar – dijo mirando directo hacia mí.

-          Emm, ¿si profesor? – no se me ocurrió nada mejor que contestarle.

-          No la he visto antes por aquí, ¿es ésta su clase?

-          Si, lo es.

-          Entonces dígame cómo se elimina la constante numérica de esta ecuación sin alterar su resultado.

 

No sabía que responder y tampoco tenía a quien pedir ayuda así que me armé de valor una vez más y traté de hablar – no lo sé profesor.

 

-          No puedo escucharla, hable más fuerte.

-          No sé la respuesta profesor – traté de sonar un poco más segura pero lo cierto es que claramente no lo había logrado.

-          Pues, en ese caso podría venir más frecuentemente a mi clase, de ese modo sabría la respuesta – dijo con un tono casi amedrentador – aprendería también que no tolero que los alumnos lleguen atrasados.

 

El profesor Rodríguez se giró lentamente y señalo a un alumno que se sentaba al otro lado de la sala, fue la primera vez que lo vi.

 

-          Usted, ¿cuál es su nombre?

-          Lucas Gilleman

-          Señor Gilleman, ¿puede responder a mi pregunta?

-          Claro, creo que no hay necesidad de eliminar la constante porque se puede trabajar la ecuación utilizándola como un término y simplemente reemplazar su valor una vez que se hayan hecho los demás cálculos y determinado los grados de inclinación que posee la cuerda.

 

La respuesta de Lucas me sorprendió, no sólo porque no tenía ni la más remota idea de lo que estaba diciendo ni porque el profesor parecía tan satisfecho como si le hubiesen dado un premio Nobel. La verdad es que en cuanto Lucas empezó a hablar, sentí que algo extraño sucedía, no pude hacer otra cosa que mirarlo como una niña contempla una vitrina llena de muñecas.

 

-          Muy buena respuesta señor Gilleman, usted – dijo dirigiéndose a mi una vez más – podría sentarse cerca de él, quizás así logra aprender algo en mi clase, por cierto, ¿cuál es su nombre?

 

Lo único que podía pensar era que todo esto era una injusticia, yo no me había causado la gripe a propósito, aunque salir a caminar bajo la lluvia no había sido una idea brillante, ni había puesto cientos de estudiantes en los buses con el fin de llegar tarde. ¿No era suficiente ya mi desastre emocional como para que un profesor se divirtiera poniéndome en ridículo frente a la clase?

 

-          Mi nombre es Trinidad Cruz.

-          Creo que no lo olvidaré – dijo esto mientras me miraba burlonamente, esperó unos segundos y continuó con la clase.

 

Lo único que quería en ese momento era arrancar de ahí, me había costado bastante obtener el lugar que tenía en la facultad pero me preguntaba si valía la pena que me trataran así. Estaba en medio de esta meditación, abstraída de las fórmulas de señor Rodríguez cuando recordé a Gabriel y el hueco que había donde se encontraba mi corazón empezó a doler otra vez, cerré mis ojos lo más fuerte que pude, tratando de ahuyentar su rostro de mis pensamientos. Cuando por fin pude controlarlos, abrí los ojos. De pronto, me sentí observada. Busqué con la mirada y descubrí que era el chico que acababa de dar una respuesta brillante. Lucas Gilleman me estaba viendo, más bien parecía atravesarme con la mirada. En cuanto se dio cuenta de que lo observaba desvió su mirada y clavó sus ojos en el pizarrón.

 

La clase transcurrió lentamente, cada vez todo era más confuso y no entendía casi nada. Los números nunca habían sido mi fuerte pero esto era el colmo, cuando lograba entender algo, el profesor ya había borrado todo y estaba explicando una nueva idea. Divagué unos minutos y cuando volví a ponerle atención hablada de lo maravillosa que era la tecnología que había permitido la creación de los aviones. Cuando por fin sonó el timbre que indicaba el fin de la clase, me sentí libre, tendría media hora hasta la próxima clase y así podía tratar de entender los apuntes que tenía en el cuaderno.

 

Fui directamente a una banca que estaba en medio de dos grandes robles, me senté, saqué mi reproductor de música de mi bolso y me dispuse a escuchar música mientras miraba mi cuaderno. No lograba entender nada, ni un solo apunte y estaba muy frustrada. Mientras me recriminaba sentí una vez más que alguien me observaba, levanté un poco la vista pero no vi a nadie cerca de mí, me estaba volviendo paranoica. Seguí con mi inútil intento pero me sentía intranquila.

 

-          Tranquila Trinidad, si hubiera alguien cerca ya lo habría visto – me dije a mi misma – además, no tengo nada de qué temer aparte del profesor Rodríguez y no creo que me esté espiando.

 

Pero la sensación era muy molesta y seguía sin ver a nadie por los alrededores. De pronto se me ocurrió una idea, no había mirado detrás de mí. Me dí vuelta rápidamente y me quedé sin aliento. Parado a unos cinco metros de mí estaba Lucas mirándome fijamente, me quedé helada y sólo atiné a levantar torpemente una mano como señal de saludo pero en contra de lo que habría podido esperar, caminó velozmente y se alejó de mí sin decir una palabra.

 

Cuando llegué a mi habitación por la noche estaba muy cansada, no había tenido más problemas que mi primera clase y no había vuelto a ver al chico misterioso en todo el día aunque estuve buscándolo con la mirada por si lo encontraba observándome otra vez.

 

Pero había otro asunto que no había terminado de resolver: Gabriel. Aunque el tema de Lucas me había mantenido intrigada la mayor parte del día, no podía dejar de pensar en Gabriel, era como si antes de irse, hubiera dejado una espina en una parte oculta de mi piel, y a cada segundo molestaba más la espina. Tomé mi celular y busqué su número. Me debatí varios minutos, no sabía si marcar su número o simplemente dejarlo ir.

 

Recordé muchas cosas, muchos momentos y finalmente, el último paseo. Una lágrima recorrió mi mejilla aunque traté por todos los medios de ser fuerte y de no llorar.

-          Trinidad, deberías ser más fuerte – me dije a mi misma, pero en el fondo sabía que me costaría mucho superar la ruptura.

 

Finalmente tome mi decisión, apagué el celular.

 

Me recosté de espaldas en mi cama y me alegré de estar por fin en un lugar conocido, cuando me sentí un poco más calmada, bajé a cenar con mi familia. Más tarde volví a tomar el cuaderno de Cálculo en un intento por entender lo que no había entendido en la mañana. Después de unas dos horas y de haber revisado unos cinco libros, estaba exhausta pero alegre, lo había logrado y podía dormir tranquilamente. Me puse el pijama y me metí en la cama, apagué la luz y traté de dormir, pero no lo logré. Haber sido abandonada por un novio era algo con lo que me costaba lidiar y por otra parte mi primer día universitario no había sido como esperaba. Además, a mi mente venían unos ojos pardos penetrantes que no me dejaban ni por un segundo, me perseguían. Mientras más intentaba alejarme, sentía que más lento corría. Cuando miré hacia el suelo me di cuenta que estaba en medio del mar, ¿cómo había llegado ahí?, me asusté demasiado y pegué un grito.

Estaba sentada en mi cama, sudando y con fiebre. No había sido más que un sueño. Miré el reloj, eran las 5:48 AM así que supuse que era inútil tratar de dormir otra vez. Tomé una larga ducha, desayuné y salí temprano a la calle, esta vez no llegaría atrasada.

 

Cuando llegué a la facultad no había llegado ningún compañero así que decidí escuchar música mientras llegaba alguien, mientras buscaba en mi bolso sentí un ruido estridente, se acercaba un motociclista. De pronto se detuvo el ruido y sentí una presencia. No tuve el valor suficiente como para voltearme pero, esta vez tenía un truco. Saque un pequeño espejo de mi bolso, lo levante lo suficiente como para mirar a mis espaldas y vi a un chico montado en una motocicleta negra. El chico era de piel clara, tenía un cuerpo atlético y era bastante alto, su cabello era castaño y sus ojos pardos, eran los mismos ojos que me habían atormentado la noche anterior, era Lucas.

Me dí vuelta pero extrañamente no estaba donde creía que estaría, en realidad, no estaba en ningún lado. Empecé a creer que estaba loca cuando alguien tocó mi hombro.

-          Hola Trinidad, ¿cómo estás? – era Ale, una chica con la que había conversado el día anterior.

-          Hola Ale, estoy bien gracias.

-          Espero no verte mal nunca entonces porque no te ves para nada bien, estás muy pálida.

-          No es nada, es que, como te dije ayer, la gripe que tengo es un poco fuerte y todavía no estoy muy recuperada.

-          Ah, bueno… espero que te mejores pronto porque escuché el rumor de que va a haber una fiesta en la casa de Jorge.

-          Quizás sea bueno para distraerme un poco – traté de mostrar mi mejor sonrisa pero creo que no fui convincente.

 

La mañana transcurrió tranquilamente, a la hora del almuerzo fui a la cafetería de la facultad con Ale y otros chicos. Este día estaba siendo mejor que el anterior, hasta llegué a pensar que me adaptaría rápido a ese nuevo ambiente.

 

-          Trinidad, hoy en la noche haré una fiesta en mi casa, toma – dijo Jorge tendiéndome un papel – es mi dirección, espero verte ahí.

-          Emmm, no estoy segura, pero quizás vaya.

-          Nada de eso, te espero en mi casa, no me vas a hacer un desaire.

-          No pretendía eso.

-          Entonces esta noche bailarás conmigo.

-          No lo sé, es que no me he sentido bien estos días. No se si vaya.

-          ¡Ya hombre! Déjala en paz – dijo amablemente Ale.

-          Si Jorge, cualquiera pensaría que la quieres sólo para ti – me sonrió Benjamín.

-          No quiero eso, aunque quizás tu si lo quieres Trinidad.

 

Me ruboricé más de lo normal, me ardía la cara. Sentí que todos me miraban.

 

-          Quizás simplemente no quiere salir contigo.

 

Todos se voltearon para ver quien había dicho eso. Esto era ridículamente extraño, ahí estaba una vez más Lucas Gilleman. No bastaba con que el día anterior me hubiera avergonzado con su perfecta respuesta en Cálculo, ahora tenía que defenderme en medio de la cafetería llamando la atención de todos.

 

-          ¿Y a ti quien te invitó? – dijo Jorge poniendo cara de enojo.

-          Nadie, pero puedo decir lo que pienso cuando se me plazca – dijo Lucas, apoyado en una mesa vacía, se veía imponente.

 

Jorge no alcanzó a contestar nada porque el chico misterioso de pronto se movía hacia la salida y se perdió entre los demás estudiantes.

 

-          Vámonos ya o llegaremos tarde a clases – dije para romper el ambiente incómodo que se había formado.

 

Nos paramos ruidosamente y nos dirigimos a la sala número 8, justo ahí me esperaban dos horas de clases de Biología.

 

-          Hoy les voy a hablar de la respiración celular, supongo que todos saben de lo que se trata pero no quiero sorpresas en el laboratorio así que de todas formas haré esta clase para que estén preparados para el próximo martes porque los voy a calificar…

 

La profesora Hartny era una señora de edad, llevaba el pelo perfectamente recogido y no decía ninguna palabra impropia, pero debajo de esa rectitud había una persona amable y comprensiva. Con el tiempo llegaría a pensar que me agradaba bastante.

 

Al término del día estaba cansada y con fiebre así que antes de ir a casa me dirigí al baño, estaba tan lleno que me demoré una eternidad en entrar. Cuando por fin salí, los chicos se habían ido porque tenían que ir a sus casas a prepararse para la fiesta. Yo estaba decidida a no ir, a pesar de que Ale me había tratado de convencer toda la tarde. Ya había tenido muchas emociones por un día.

 

Caminé lentamente por el pasto en dirección a la salida de la facultad, me faltaban pocos metros para llegar cuando vi que Lucas estaba sentado en una banca a escasos pasos de mí. Me miró profundamente, se levantó y caminó hacia donde yo estaba, pensé que se dirigía hacia otro lado, no tenía ninguna razón de ir hacia mí, ayer lo había saludado y él había salido corriendo así que no, realmente no podía caminar en mi dirección. Pero me equivoqué.

Se paró delante de mí, obstaculizándome el paso.

 

-          Te ves mal – me dijo.

-          Gracias, siempre quise un cumplido como ése.

-          Me refiero a que te ves extraña, enferma.

-          Pues si, estoy enferma y no me siento bien así que si me permites…

-          Te llevo a tu casa – me interrumpió.

-          ¿A mi casa?

-          ¿O vas a otro lugar?

-          No, voy a mi casa, pero…

-          ¿Pero qué? Te sientes mal, yo te llevo, ¿qué hay de mal en eso?

-          Bueno, que creo que ayer hiciste tu máximo esfuerzo para ponerme en ridículo en Algebra, luego te saludé y saliste corriendo, hoy inexplicablemente me defiendes en medio de la cafetería y ahora me ofreces…

-          Llevarte a tu casa, si.

-          Gracias, pero no.

-          Insisto, no te ves para nada bien y no estaría tranquilo sabiendo que… - dudó y de pronto se quedó callado.

-          ¿Sabiendo qué cosa?

-          Que te puede pasar algo.

-          Oh, nada me va a pasar, tranquilo. Y ahora si me dejas, debo irme.

-          Espera, de verdad quiero llevarte.

-          Bueno, el problema es que no tengo buen equilibro y podría caerme de la motocicleta.

-          ¿Y quién te dijo que voy a llevarte en motocicleta?

 

Su comentario me descolocó, yo lo había visto llegar en una moto negra, no lo pude haber imaginado. Seguro me estaba jugando una broma.

 

-          Tú llegaste en una moto negra.

-          Si, pero te voy a llevar en mi auto.

-          ¿Tu auto? Pero, ¿cómo?

-          Ah, la respuesta es simple: magia.

-          ¿Magia?

-          ¿Piensas repetir todo lo que digo?

-          ¿Repetir lo que dices? No, lo siento… digo, claro que no.

-          Bueno, entonces te llevo.

 

Me tomó del brazo y me condujo al estacionamiento. Me dí cuenta que no iba a lograr nada resistiéndome, él era un chico fuerte y yo, una niña que había escapado toda la vida de la clase de deportes. No tenía ninguna posibilidad.

 

Me llevó hasta un auto color bronce oscuro, su color hacía resaltar sus ojos. ¿Habría pensado eso cuando lo compró?

Lucas rió fuertemente.

 

-          ¿De qué te ríes?

-          Nada, sólo que recordé algo gracioso.

-          Cuéntame, así nos reímos los dos.

-          Dime donde vives.

-          ¡Qué brusco cambio de tema! – le indique como llegar hasta mi casa, me abrió la puerta, se subió al auto y partimos.

-          Y… ¿vas a ir a la fiesta de Jorge? – pregunté.

-          No, y tu tampoco.

-          ¿Cómo sabes que no voy a ir?

-          Fácil, porque no quieres ir – parecía como si estuviera husmeando en mi mente – además, no vas a ir porque estás enferma.

-          Te equivocas.

-          No, estoy seguro que no vas a ir.

-          No, digo que te equivocas al decir que no quiero ir. Pero tienes razón en que no iré – me miró profundamente, sentí que me hundía en sus ojos y de pronto noté que estaba templando.

-          ¿Qué sucede?, te has puesto roja.

-          Debe ser la fiebre – ¡claro que no era la fiebre! Cada vez que se acercaba sentía que el corazón me palpitaba a mil por hora.

-          Será mejor que te recuestes.

 

No me había dado cuenta pero estábamos afuera de mi casa.

 

-          Emmm, gracias por traerme.

-          De nada.

-          Nos vemos.

-          Cuando quieras – rió.

 

Ese comentario me hizo dudar, salí del auto y entré en mi casa. Saludé a mis papás, mi hermana aún no llegaba del colegio, tomé una taza de té y me fui a acostar.

 

En mi habitación traté de hacer un recuento de todo lo que tenía que ver con Lucas, lo que sabía de él es que era un chico inteligente, muy misterioso, arisco y guapo. Además de todas esas cosas, parecía ser bipolar y extremadamente observador. Quizás, en nuestro próximo encuentro fingiría no conocerme o haría como si fuéramos amigos desde siempre.


Mientras pensaba en Lucas, no pude evitar pensar en su aspecto, no sólo en su forma de actuar sino en su exterior. Había conocido chicos bien parecidos antes pero él tenía algo más que simple belleza. Sus ojos eran tan expresivos y profundos, era fornido pero delgado y aún así era imponente. De pronto y sin saber cómo, me dormí.

4 Comments:

  1. Jade said...
    Vayaaa:)
    quee interesantee
    el caapituuloo
    tengoo ganaas
    dee conocer mas
    cosas sobre Lucaas!¡
    parece muy interesante..
    jaja


    besOs


    Jeei
    lizzy said...
    woooouuuuuuu!!!!!
    no se dedonde eres pero me encana tu historia, es muy del 2009," la real histria de una chica que entra a la U y conoce amigos, ,,,pero,, conoce aun chico que puede leer la mente""ojala yo hubiera corridla misma suerte,,por qe me paso algo parecido cuando entre a la u, no estaba enferma perolege muy tarde,e hice el ridiculo, tambienn yy bueno eso de los buses se repetia casitodos los dias,,no encontraba uno donde pudiera tomar asiento,,,
    tu historia me encanta, sige asi.
    bye
    jessie said...
    vaya tu histiria esta super wow..!!:..esta genial.. por favor continua... sube el sigte capitulo..!!...me encanto...!!

    desde ya me proclamo fan de tu historia..!!

    bye..kisses
    Maysu said...
    wow!! me encanta!! y me fascina la personalidad de Lucas!! jejeje, lindo él!! apuesto a que leyó la mente de ella cuando comentó si él habría tomado en cuenta el color de sus ojos para combrar el vehículo jajjaa. Me encantó esa parte.

    Te felicito!! mañana sigo!

    maysu

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