~ música ~

Cap 12: El escondite

La semana terminó normalmente y la siguiente fue aun más normal.

Con los días, la relación que tenía con Pinta se iba afianzando e incluso, en algunos momentos, no necesitábamos hablar porque estábamos pensando lo mismo. No la volví a llevar a la universidad porque llegamos al acuerdo de que se quedaría en mi pieza y yo la dejaría salir por las noches a disfrutar del aire fresco que tanto le gustaba pero, el hecho de tener la ventana abierta durante toda la noche había ocasionado que mi cama se volviera una especie de fortaleza, había una manta sobre otra, porque el invierno cada vez se hacía mas crudo y la lluvia que en un principio había sido débil, se había convertido en tormentas de viento y truenos.

En cuando al estudio, todo iba perfectamente. Había logrado armar un grupo de estudios fenomenal, Ale, Benjamin, Lucas y yo teníamos gran afinidad y nos estábamos convirtiendo en muy buenos amigos. Lucas era un gran aporte sobre todo en matemáticas, Benjamin era excelente con química, Ale no se destacaba en ninguna asignatura específica pero ponía mucho esfuerzo en todas y lograba seguirnos el ritmo. Por mi parte, me dedicaba casi completamente a biología. Nuestro plan consistía en que cada uno debía estudiar algo a profundidad, así cuando nos juntábamos, el más experto en la materia tenía la misión de explicarle a los demás y todos lográbamos entender hasta el más mínimo detalle. Los exámenes estaban cada vez más cerca y a eso había que sumarle los últimos certámenes.

El hecho de dormir tan pocas horas no me favorecía ni con el ánimo ni con la tolerancia pero trataba de mantener mis cambios de humor a raya. Lucas, por su parte, no había vuelto a tener ataques de ira y se comportaba como un gran caballero. Ningún día había faltado a su palabra de pasar por mí en las mañanas y tenía un trato muy amable con todos pero sin dejar su toque de misterio. En algunas ocasiones lo descubría mirándome distraídamente mientras algún profesor dictaba su clase y en cuando nuestros ojos se encontraban, ambos nos sonrojábamos y mirábamos fijamente al profesor de turno.

Un día de finales junio, mientras íbamos los cuatro caminando hacía la cafetería a la hora de almuerzo, Lucas se acercó a mí y me susurró al oído.

- El fin de semana fui a mi casa.

- ¿En serio? ¿Cómo están todos?

- Todo normal, ya sabes, con Graymorcke haciendo de las suyas nada puede estar perfectamente bien.

- Mmm...

- Pero, no todo es triste. Te traje un regalo.

- ¡Un regalo! – mi voz se alzó más de lo que me habría gustado y Benjamín junto a Ale se dieron vuelta para mirarnos.

- Así que ya se hacen regalo los noviecitos –la intervención de Ale no me hizo ninguna gracia, es más, logró que me distanciara por lo menos un metro de Lucas y que mi cara se incendiara.

- No somos novios.

- Claro, claro… como digas – todos seguimos caminando como si nada hubiese pasado pero las palabras de Ale había calado hondo en mí. Hacía bastante tiempo que Lucas no me susurraba al oído y ya estaba extrañando las mariposas en el estómago que causaba su cercana presencia.

El almuerzo fue un tanto incómodo. Jorge acudió a la mesa donde nos habíamos dispuesto a almorzar y preguntó si podía quedarse con nosotros. Sólo faltaba que llegara Lucas a la mesa y la aparición de Jorge no parecía al azar, se sentó a mi lado, ocupando la silla que estaba destinada para el chico de los ojos pardos.

Lucas hacía gala de un autocontrol impresionante porque, aunque se vio invadido por el recién llegado, se mostró alegre y gracias a él, nuestro almuerzo no se convirtió en la catástrofe que pensé se avecinaría en cuanto apareció Jorge.

Como estábamos en pleno fin de semestre, ya no teníamos clases regulares, sólo debíamos ir a la facultad a dar una que otra prueba decisiva pero por suerte para mí, Jorge había faltado a una prueba de cálculo y precisamente en ese momento tenía que dar la prueba recuperativa, de modo que no fue difícil deshacernos de él.

Después del incidente del almuerzo, los cuatro amigos nos dirigimos una vez más a la biblioteca a una nueva ronda de estudios y permanecimos ahí hasta que la cerraron y fuimos obligados a salir de ahí.

Llovía copiosamente así que Lucas se ofreció a llevarnos a todos a nuestras respectivas casas. La más agradecida era Ale que, en un día normal, debía tomar dos autobuses distintos y caminar casi medio kilómetro. Una vez estuvieron Benjamin y Ale en sus casas, Lucas se dirigió directamente a la mía.

- Recuerdo que dijiste que tenías un regalo para mí.

- Veo que tienes muy buena memoria – se quedó pensativo por algunos segundos y luego continuó - ¿te molestaría acompañarme a mi casa?

¡Lucas me estaba invitando a su casa! En mi frágil cuerpo no cabía tanta emoción, no podía creer lo que me estaba sucediendo… quizás, tan sólo quizás, Lucas había pensado en una velada romántica, ¿y si él también sintiera algo por mi? tal como yo lo quería a él…

- No estarás planeando secuestrarme…

- Jaja, quizás, es una buena idea – me quedó mirando directo a los ojos después de estacionar el auto - ¿te atreves?

- Si.

Puso en marcha su auto una vez más pero ya no se dirigía a mi casa sino a la suya, el ambiente se había cargado de una connotación diferente, hasta hace pocos minutos sólo pensaba en estudiar y en las pruebas que se avecinaban. Llegar tarde a casa no era precisamente lo que me perturbaba, de todas maneras era viernes así que no tenía la presión de levantarme temprano al día siguiente, lo que me hacía zumbar el corazón era que iba a estar sola con Lucas, de noche, en su casa, sin nadie inoportuno dispuesto a interrumpir…

No estaba segura de qué esperar cuando se trataba de Lucas, aunque su humor había mejorado, seguía siendo impredecible, su carácter enigmático y un poco salvaje seguía sin cambiar y eso me encantaba porque, a mis ojos, era una de las cosas más atractivas que tenía.

- ¿De qué se trata todo esto?

- Señorita Trinidad, ¿está usted nerviosa?

- Señor Lucas, le ruego no me mal interprete, en ningún caso quise decir aquello que al parecer usted comprendió – ambos reímos de buena gana y una vez que controlamos la risa, pude contestar.

- Nerviosa… no, debe ser que no conozco tu casa.

- Ah, pensé que podía ser algo más – por un momento habría jurado que Lucas se sonrojó pero se empecinó en que pusiera mi atención en otra cosa – quizás debiste traer a tu skillü para que te protegiera de mis garras.

- ¡Qué gracioso! – me quedé pensando un poco, había algo en lo que no había reparado y a mi parecer era algo bastante importante – Lucas, ahora que lo pienso, hace bastante tiempo que no me haces ningún comentario acerca de lo que pienso o siento, ¿está todo bien?

El rostro del chico que estaba a mi lado se ensombreció, sin haberlo planeado había dado en un punto débil de Lucas. Por supuesto que no lo había hecho a propósito, si hubiese sabido que era un tema delicado, probablemente no se lo hubiese mencionado.

- Veo que te diste cuenta – suspiró – mira, falta poco para que lleguemos a mi casa, prefiero que hablemos de eso cuando lleguemos.

- Era simple curiosidad, no te compliques.

- Gracias por tu comprensión pero es algo que hace un tiempo debí contarte.

- Oh Lucas, no te preocupes.

Hasta que Lucas hizo el comentario de la cercanía de su casa no me percaté del lugar donde nos encontrábamos. Estábamos en un barrio bastante selecto y exclusivo, me costaba creer que viviera allí, tenía claro que todo lo que tenía que ver con él era bastante especial pero nunca me había imaginado a Lucas como un niño rico.

Dimos media vuelta por una pequeña placilla con algunas bancas y llena de flores, el auto disminuyó la velocidad y Lucas se estacionó con una maniobra ágil y precisa. Estaba frente a una de las casas más lindas que habían contemplado mis ojos.

- ¿Te gusta?

- Es preciosa.

- Si, pero es un poco grande cuando vives solo.

La casa tenía dos pisos, era de color crema y estaba precedida por un amplio y bien cuidado jardín. A ambos lados había unos enormes robles que parecían custodios o guardianes de algún secreto.

Al acercarnos a la puerta, un farol se encendió automáticamente y me permitió ver el rostro de Lucas, sus ojos brillaban de emoción y se veía un poco nervioso. Probablemente el hecho de haberme llevado a su refugio le había causado conmoción. Puso la llave en la cerradura y la giró dos veces.

- Adelante princesita.

- Gracias valiente caballero.

Por dentro, la casa era aun más impresionante que por fuera, la entrada era amplia, las paredes eran de un tono similar al exterior aunque un poco más claro y la sala estaba perfectamente adornada con muebles de color chocolate, todo parecía combinar y por lo visto ningún detalle había sido dejado al azar. Al centro de la sala destacaba una alfombra muy espesa de color barquillo sobre la que había una mesa de centro con el adorno más espectacular del planeta, era un mosaico fabricado con pequeñas piedras dotadas con la capacidad de relucir con la menor cantidad de luz, cuando me acerqué a observarla con detenimiento noté que no sólo se trataba de una figura sino que era la réplica de un mapa de tierras desconocidas para mí.

- Es muy linda tu casa Lucas.

- Gracias, pero debo decir que mi mamá puso casi todas las cosas que hay aquí. Digamos que tiene un mejor sentido de la estética que yo.

- Bueno, pero aunque no hayas sido el responsable de todo esto, por lo menos lo mantienes de buena forma – aunque hablaba con Lucas, me costaba quitar la atención del mapa misterioso y una vez lo toqué con las yemas de mis dedos se me hizo difícil dejar de hacerlo.

- Veo que te gustó el mapa de Odunia.

- ¿Es Odunia?

- Claro, o pensaste que era Inglaterra…

- En realidad, no.

- Jaja, está hecho con piedra del destino – si me había costado despegar los dedos de aquel hermoso trabajo hasta ese momento, luego de saber de que material estaba confeccionado, me costó aún más.

- Eso quiere decir que… - mis ojos se dejaban enamorar por los destellos azul plateado que otorgaba aquel mapa – cualquier persona que sepa como hacerlo, podría viajar a Odunia desde aquí…

- Lamento decir que no. – Lucas debió ver la desilusión en mis ojos porque me explicó la razón sin que fuera necesario decir algo más – No se puede viajar a Odunia con este mapa porque el material que lo compone no es puro.

- Pero, tú dijiste que es de piedra del destino.

- Si, lo dije. Pero no es pura, es la parte que desechan de la mina porque no tiene la suficiente magia como para transportarte a través de dos mundos.

- Pero si sirve para hacer algo hermoso.

- Exacto.

Lucas se paseó por la sala como admirando cada detalle y rincón, luego me miró directo a los ojos y clamó.

- ¡Bienvenida a mi escondite!




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