~ música ~

Cap 3: El llamado

Cuando desperté eran cerca de las diez de la mañana, era sábado así que no tenía ningún apuro en levantarme. Prendí mi computador y me puse a escuchar música de Coldplay mientras revisaba mi correo y le escribía a mis amigas del colegio. Y ahí estaba una vez más, Gabriel volvía a mi vida. En la bandeja de entrada había un correo suyo.

-          ¡Oh Trinidad, cuando podrás tener una vida tranquila!

 

Abrí el correo.

 

Hola Trini: estos días he pensado mucho en ti. Creo que cometí un error. Lo siento, no sabes cuanto lo siento. Te extraño demasiado pero tengo miedo de que ya no quieras estar conmigo después de lo que te hice. Estoy confundido.

                                                                                                          Gabriel.

 

¡Cómo se atrevía a escribirme algo así! Esto era lo último que necesitaba en mi vida. Mi ex novio teniendo dudas de sus sentimientos. ¡Es que acaso no tenía amigos con los que conversar de esto! Cosas así no debía decírmelas a mí, yo era la ex novia abandonada. Esto no era justo.

 

Estaba enojada, decepcionada, triste y confundida. No sabía si responder el maldito correo o no, y si le respondía, tampoco estaba segura de lo que era correcto responder. Me debatía interiormente cuando sonó mi celular. Tenía un mensaje de texto.

 

Lo abrí, el remitente era desconocido, pero lo más extraño no era eso, sino lo que decía.

 

No me decepciones, se que no eres así. Haz lo que grita tu corazón.

 

Si recibir un correo de Gabriel era extraño, esto era digno de un programa de sucesos paranormales. ¿Quién me había escrito? ¿Sabía lo que yo estaba haciendo en ese momento?

¿Y qué quería decir con lo que grita mi corazón? Otra vez la paranoia.

 

Finalmente, le respondí a Gabriel.

 

Gabriel: lamento que estés confundido. Yo también siento lo que pasó. Pero seguí con mi vida, tenías razón, la universidad es diferente y te hace cambiar. Conocí un chico y creo que lo mejor será que tú y yo sólo seamos amigos.

Afectuosamente, Trinidad.

 

Sabía que no todo era verdad. Si, había un chico, pero era el más extraño que había conocido en mi vida y no pensaba en él en una forma romántica. O quizás si, pero sólo un poco y en mis sueños-pesadillas y no de forma conciente. Y eso de “afectuosamente” era mi forma de venganza por lo que me había hecho. Gabriel no tenía derecho a irrumpir así en mi vida luego de que había cortado en trocitos una parte de mí.

 

Una vez más sonó mi celular. Era otro mensaje de texto.

Si confías en ti misma, no te equivocarás.

 

No quise analizar este nuevo mensaje. Quizás se trataba de un alguien que le escribía a otro alguien que, definitivamente no era yo, y simplemente se había equivocado de número. Además, esos mensajes no tenían ningún significado para mí. O por lo menos me negaba a creer que fueran para mí. No solía creer en las casualidades pero sin duda, esto tenía que ser una.

 

Apagué mi computador y bajé al primer piso a tomar desayuno, me encontré con Julieta.

 

-          Te ves un poco mejor hoy, creo que te hizo bien dormir hasta tarde, aunque anoche estuviste muy inquieta.

-          ¿Inquieta? ¿por qué lo dices?

-          Es que desde mi pieza se escuchaban las patadas que le dabas a la muralla. Primero pensé que te habías caído así que te fui a ver, estabas enredada con el cubre cama, trate de arreglarlo un poco y después volví a acostarme.

-          Emmm, gracias.

-          De nada, mientras no se te haga costumbre – mi hermana puso esa cara risueña que la hacía parecer una niña – y, ¿cómo estás de la gripe? Se te ve mejor.

-          Si, yo también creo que estoy mejor. Gracias por preguntar.

 

De pronto se me ocurrió una idea descabelladamente loca, había soñado con Lucas y una vez más me perseguía. Supuse que si me encontraba con él y lo conociera mejor, quizás se acabarían mis pesadillas.

 

-          Voy a salir – le dije a Julieta.

-          Bueno, pero ¿qué tengo que decirle a mamá cuando pregunte por ti?

-          Dile que fui a la biblioteca de la facultad porque necesitaba unos libros – vacilé un instante – y que no me espere a almorzar porque pueda que me retrase.

-          Bueno, lo que sea por mi hermanita mayor – sonrió amablemente – pero la próxima vez que quiera salir con mi novio tendrás que ayudarme a convencer a papá.

-          Lo que quieras Juli – la besé en la mejilla y subí a mi habitación a vestirme.

 

El hecho de haber tomado la decisión de buscar a Lucas me alivió porque así no tendría que seguir pensando en sus extrañezas sino que podría enfrentarlas pero, ahora tenía un nuevo problema, quizás más grande que el anterior, ¿cómo lo encontraría?

 

No tenía ningún dato de él, sólo que éramos compañeros, no sabía su número telefónico ni mucho menos su dirección. Todo se volvió complicado y me dejé llevar por el pesimismo. No tenía otra opción que dar vueltas por la ciudad y rogarle a mi suerte que lo pusiera en mi camino pero primero, tenía que ir a la biblioteca en busca de algún libro que sirviera como coartada.

 

Cuando llegué a la biblioteca me encontré con Carlos, el novio de Julieta que estudiaba en la misma universidad que yo. Preferí esquivarlo para que no existiera la posibilidad de que por error me delatara. Luego me dí cuenta que, por el contrario, me convenía verlo en la biblioteca, así podría confirmar que estaba ahí por si alguien preguntaba. Tomé un libro de Biología y me dirigí a saludarlo con mi mejor cara.

 

-          Hola Carlos, que sorpresa encontrarte aquí un día sábado.

-          Hola Trini.

-          ¿En qué estás?

-          Busco información sobre edificios antiguos de la ciudad para un trabajo que tengo que entregar el martes.

-          Impresionante, llevamos una semana de clases y ya tienes que entregar un trabajo.

-          Si, habría preferido salir a caminar con Julieta pero, en vez de eso, estoy un día sábado en la biblioteca.

-          Si, no es el mejor panorama que hay.

-          Y tú, ¿en qué andas?

Mostré el libro que acababa de tomar – Biología – dije

-          Ah, que buen pasatiempo – soltó una carcajada y un bibliotecario nos hizo callar.

-          Creo que será mejor que me vaya.

-          Está bien, nos vemos más tarde.

-          Hasta entonces – apenas pronuncié esta frase, salí de la biblioteca, puse el libro en mi bolso y tomé un bus de vuelta a casa.

 

Mi búsqueda no había tenido frutos así que decidí que aún tenía un poco de tiempo para pasearme por la ciudad por si encontraba al chico misterioso. Caminé como por media hora hasta que me di por vencida. Sin saberlo, Lucas me había ganado una vez más.

 

Ya de noche y en mi habitación tomé el libro de Biología y estudie los dos primeros capítulos, necesitaba distraerme con algo que no me recordara mi fallida investigación.

 

El domingo no tuvo nada de especial, sólo sirvió para agrandar mis ansias. Cuando por fin fue tarde, les di las buenas noches a mis papás y un abrazo a Julieta, subí a mi cuarto y prendí mi reproductor de música, quería distraerme y no pensar en Lucas, ni en Gabriel, ni en el extraño mensaje en mi celular. Me dormí escuchando “Behind these hazel eyes”.

 

A la mañana siguiente, apagué el despertador apenas sonó. Me metí rápidamente al baño y luego me vestí, estaba preparada para ir a la facultad. Salí a tomar el bus y me di cuenta que me faltaba un libro.

 

-          ¡Genial Trini! Otro atraso, justo lo que me hacía falta.

 

Corrí a mi casa, estaba vacía, mis papás ya se habían ido al trabajo y Julieta al colegio. De una carrera llegué a mi habitación, tomé el libro y salí disparada a la calle rogando por no llegar tarde, pero ya no había mucho que hacer. Por suerte la señora Hartny no dijo nada. Ale me llamó con la mano, me había reservado un puesto… y ¡qué puesto!

 

Ale se había sentado a tres lugares de la ventana, el asiento del lado estaba vacío y, en el siguiente estaba sentado el motivo de mis sueños extraños, Lucas. Apenas lo vi, sentí como si el corazón se me cayera al suelo, se detuvo mi respiración y no atiné a nada. Ale me tomó del brazo y me sentó antes de que la profesora se diera cuenta de mi retraso.

 

La hora de clases fue interminable, no me podía concentrar en nada. Ale me preguntaba en voz baja por qué no había ido a la fiesta de Jorge y yo no encontraba la forma de explicárselo en un dialogo que durara menos de dos horas. Por otro lado estaba Lucas, no me atreví a mirarlo ni por un momento pero sentía que me miraba fijamente.

 

-          ¿Qué le hiciste a Gilleman? – preguntó Ale cuando por fin habíamos salido de la sala.

-          ¿Cómo que le hice? Ni siquiera le he hablado.

-          ¡Pero te ha mirado toda la hora!

-          No lo se, mejor dicho no estoy segura. El viernes en la tarde me llevó a mi casa.

-          ¡Qué hizo qué!

-          Ay, si tampoco es algo tan extraño.

-          No, extraño precisamente no, es increíble. En la semana que llevamos en la facultad no habla casi nada y te ha estado mirando de una forma tan… tan… acosadora.

-          ¡No seas ridícula! Te aseguro que no es nada – diluí nuestra conversación en un nuevo tema - ¿Cómo lo pasaste en la fiesta?

-          Genial, deberías haber ido. Estuvo muy buena. Jorge si que sabe organizar una fiesta.

-          Es que no me sentía para nada bien así que me acosté temprano.

 

Sentí como si Ale tuviera miles de preguntas con respecto a Lucas pero no se atrevió a formularlas.

La hora del almuerzo fue tranquila, no hubo ningún hecho fuera de lo normal. Comimos y luego nos dirigimos a las demás clases.

Durante todo el día vi a Lucas muy pendiente de las clases, no me miró ni por un segundo. Cuando acabaron las clases el cielo ya estaba oscuro. Pensé por un momento que el chico misterioso me iba a hablar pero no ocurrió nada.

Tomé el bus 13D que me llevaba a casa, una vez ahí me encontré con mi mamá.

 

-          ¿Cómo ha estado tu día en la universidad?

-          Bien, nada fuera de lo común. Tuve clases y más clases y me encargaron un trabajo para mañana.

-          Está bien, pero antes de que vayas a tu habitación a estudiar quiero que comas algo. Cuando te encierras con ese montón de libros parece como si estuvieras abstraída del mundo, como hipnotizada.

 

Lo que mi mamá no sabía era que últimamente los estudios no eran lo que me estaba hipnotizando sino que un chico de ojos pardos ocupaba constantemente mis pensamientos.

 

-          Por cierto, hace dos minutos te llamó alguien. Lucas era su nombre, dijo que mañana te pasaría a buscar temprano para ir a la facultad.

-          ¿Lucas?

-          Si, ¿hay algo malo?

-          No mamá, en realidad está todo bien.

 

Me comí un pan acompañado de una taza de leche, cuando ya estaba satisfecha y mi mamá me lo permitió, subí a mi cuarto.

Lucas me había llamado. No imaginaba cómo había conseguido el número telefónico de mi casa. No se lo había dicho a nadie, algunos compañeros sabían mi número de celular pero el teléfono de casa, no, definitivamente nadie lo sabía. Nadie excepto Lucas.

 

Como no sabía precisamente a qué hora se refería Lucas con “temprano”, me levanté más temprano de lo habitual.

Ya había desayunado y lo estaba esperando cuando sonó el teléfono del living. Fui rápidamente hacia el y contesté.

 

-          Aló

-          Te estoy esperando afuera de tu casa – una voz profunda y seductora inundó mis sentidos.

-    Emmm, voy de inmediato.

Jamás pensé que mi vida cambiaría así, jamás pensé encontrar a alguien como Lucas, ni en el más fantasioso de mis sueños pude lograr imaginar alguien tan especial y fuera de lo normal como él, pero lo que ni remotamente esperaba era enamorarme.

 

Todo comenzó un día de marzo, yo llevaba cuatro días en cama y todavía no había podido ir a la universidad, mi primer día de clases me había rehuido una y otra vez. El médico había dicho en un principio que era una gripe pasajera, pero yo no habría sido capaz de ponerme de pie antes, porque en cuanto lo intentaba, toda la habitación daba vueltas. No era una simple gripe, y todavía no pegaba los trozos que habían quedado de mi corazón.

 

Había llegado el día, de una forma u otra tenía que ser capaz de ponerme de pie y enfrentar mis miedos. Estaba aterrorizada por mi primer día en la facultad y la gripe no me ayudaba. Finalmente, me armé de valor, fui al baño y tomé una ducha. Cuando volví a mi habitación eran las 6:28 así que todavía tenía tiempo, me costó decidir que ropa usar hasta que opté por una polera sencilla pero azul, mi color favorito, y unos jeans negros, nada mejor que ropa cómoda para un día como éste.

 

De camino a la facultad se me hizo difícil tomar el bus, todos iban llenos y cuando por fin pude tomar uno eran cerca de las 8 de la mañana, ¡que manera de empezar mi año escolar! Ya había faltado tres días y ahora iba a llegar atrasada. Por suerte nadie notó mi presencia en la sala porque el profesor ya estaba hablando sobre la importancia de entender las bases matemáticas de cierta fórmula física que no logré comprender, creí pasar inadvertida pero me equivocaba.

 

-          Usted, la que acaba de llegar – dijo mirando directo hacia mí.

-          Emm, ¿si profesor? – no se me ocurrió nada mejor que contestarle.

-          No la he visto antes por aquí, ¿es ésta su clase?

-          Si, lo es.

-          Entonces dígame cómo se elimina la constante numérica de esta ecuación sin alterar su resultado.

 

No sabía que responder y tampoco tenía a quien pedir ayuda así que me armé de valor una vez más y traté de hablar – no lo sé profesor.

 

-          No puedo escucharla, hable más fuerte.

-          No sé la respuesta profesor – traté de sonar un poco más segura pero lo cierto es que claramente no lo había logrado.

-          Pues, en ese caso podría venir más frecuentemente a mi clase, de ese modo sabría la respuesta – dijo con un tono casi amedrentador – aprendería también que no tolero que los alumnos lleguen atrasados.

 

El profesor Rodríguez se giró lentamente y señalo a un alumno que se sentaba al otro lado de la sala, fue la primera vez que lo vi.

 

-          Usted, ¿cuál es su nombre?

-          Lucas Gilleman

-          Señor Gilleman, ¿puede responder a mi pregunta?

-          Claro, creo que no hay necesidad de eliminar la constante porque se puede trabajar la ecuación utilizándola como un término y simplemente reemplazar su valor una vez que se hayan hecho los demás cálculos y determinado los grados de inclinación que posee la cuerda.

 

La respuesta de Lucas me sorprendió, no sólo porque no tenía ni la más remota idea de lo que estaba diciendo ni porque el profesor parecía tan satisfecho como si le hubiesen dado un premio Nobel. La verdad es que en cuanto Lucas empezó a hablar, sentí que algo extraño sucedía, no pude hacer otra cosa que mirarlo como una niña contempla una vitrina llena de muñecas.

 

-          Muy buena respuesta señor Gilleman, usted – dijo dirigiéndose a mi una vez más – podría sentarse cerca de él, quizás así logra aprender algo en mi clase, por cierto, ¿cuál es su nombre?

 

Lo único que podía pensar era que todo esto era una injusticia, yo no me había causado la gripe a propósito, aunque salir a caminar bajo la lluvia no había sido una idea brillante, ni había puesto cientos de estudiantes en los buses con el fin de llegar tarde. ¿No era suficiente ya mi desastre emocional como para que un profesor se divirtiera poniéndome en ridículo frente a la clase?

 

-          Mi nombre es Trinidad Cruz.

-          Creo que no lo olvidaré – dijo esto mientras me miraba burlonamente, esperó unos segundos y continuó con la clase.

 

Lo único que quería en ese momento era arrancar de ahí, me había costado bastante obtener el lugar que tenía en la facultad pero me preguntaba si valía la pena que me trataran así. Estaba en medio de esta meditación, abstraída de las fórmulas de señor Rodríguez cuando recordé a Gabriel y el hueco que había donde se encontraba mi corazón empezó a doler otra vez, cerré mis ojos lo más fuerte que pude, tratando de ahuyentar su rostro de mis pensamientos. Cuando por fin pude controlarlos, abrí los ojos. De pronto, me sentí observada. Busqué con la mirada y descubrí que era el chico que acababa de dar una respuesta brillante. Lucas Gilleman me estaba viendo, más bien parecía atravesarme con la mirada. En cuanto se dio cuenta de que lo observaba desvió su mirada y clavó sus ojos en el pizarrón.

 

La clase transcurrió lentamente, cada vez todo era más confuso y no entendía casi nada. Los números nunca habían sido mi fuerte pero esto era el colmo, cuando lograba entender algo, el profesor ya había borrado todo y estaba explicando una nueva idea. Divagué unos minutos y cuando volví a ponerle atención hablada de lo maravillosa que era la tecnología que había permitido la creación de los aviones. Cuando por fin sonó el timbre que indicaba el fin de la clase, me sentí libre, tendría media hora hasta la próxima clase y así podía tratar de entender los apuntes que tenía en el cuaderno.

 

Fui directamente a una banca que estaba en medio de dos grandes robles, me senté, saqué mi reproductor de música de mi bolso y me dispuse a escuchar música mientras miraba mi cuaderno. No lograba entender nada, ni un solo apunte y estaba muy frustrada. Mientras me recriminaba sentí una vez más que alguien me observaba, levanté un poco la vista pero no vi a nadie cerca de mí, me estaba volviendo paranoica. Seguí con mi inútil intento pero me sentía intranquila.

 

-          Tranquila Trinidad, si hubiera alguien cerca ya lo habría visto – me dije a mi misma – además, no tengo nada de qué temer aparte del profesor Rodríguez y no creo que me esté espiando.

 

Pero la sensación era muy molesta y seguía sin ver a nadie por los alrededores. De pronto se me ocurrió una idea, no había mirado detrás de mí. Me dí vuelta rápidamente y me quedé sin aliento. Parado a unos cinco metros de mí estaba Lucas mirándome fijamente, me quedé helada y sólo atiné a levantar torpemente una mano como señal de saludo pero en contra de lo que habría podido esperar, caminó velozmente y se alejó de mí sin decir una palabra.

 

Cuando llegué a mi habitación por la noche estaba muy cansada, no había tenido más problemas que mi primera clase y no había vuelto a ver al chico misterioso en todo el día aunque estuve buscándolo con la mirada por si lo encontraba observándome otra vez.

 

Pero había otro asunto que no había terminado de resolver: Gabriel. Aunque el tema de Lucas me había mantenido intrigada la mayor parte del día, no podía dejar de pensar en Gabriel, era como si antes de irse, hubiera dejado una espina en una parte oculta de mi piel, y a cada segundo molestaba más la espina. Tomé mi celular y busqué su número. Me debatí varios minutos, no sabía si marcar su número o simplemente dejarlo ir.

 

Recordé muchas cosas, muchos momentos y finalmente, el último paseo. Una lágrima recorrió mi mejilla aunque traté por todos los medios de ser fuerte y de no llorar.

-          Trinidad, deberías ser más fuerte – me dije a mi misma, pero en el fondo sabía que me costaría mucho superar la ruptura.

 

Finalmente tome mi decisión, apagué el celular.

 

Me recosté de espaldas en mi cama y me alegré de estar por fin en un lugar conocido, cuando me sentí un poco más calmada, bajé a cenar con mi familia. Más tarde volví a tomar el cuaderno de Cálculo en un intento por entender lo que no había entendido en la mañana. Después de unas dos horas y de haber revisado unos cinco libros, estaba exhausta pero alegre, lo había logrado y podía dormir tranquilamente. Me puse el pijama y me metí en la cama, apagué la luz y traté de dormir, pero no lo logré. Haber sido abandonada por un novio era algo con lo que me costaba lidiar y por otra parte mi primer día universitario no había sido como esperaba. Además, a mi mente venían unos ojos pardos penetrantes que no me dejaban ni por un segundo, me perseguían. Mientras más intentaba alejarme, sentía que más lento corría. Cuando miré hacia el suelo me di cuenta que estaba en medio del mar, ¿cómo había llegado ahí?, me asusté demasiado y pegué un grito.

Estaba sentada en mi cama, sudando y con fiebre. No había sido más que un sueño. Miré el reloj, eran las 5:48 AM así que supuse que era inútil tratar de dormir otra vez. Tomé una larga ducha, desayuné y salí temprano a la calle, esta vez no llegaría atrasada.

 

Cuando llegué a la facultad no había llegado ningún compañero así que decidí escuchar música mientras llegaba alguien, mientras buscaba en mi bolso sentí un ruido estridente, se acercaba un motociclista. De pronto se detuvo el ruido y sentí una presencia. No tuve el valor suficiente como para voltearme pero, esta vez tenía un truco. Saque un pequeño espejo de mi bolso, lo levante lo suficiente como para mirar a mis espaldas y vi a un chico montado en una motocicleta negra. El chico era de piel clara, tenía un cuerpo atlético y era bastante alto, su cabello era castaño y sus ojos pardos, eran los mismos ojos que me habían atormentado la noche anterior, era Lucas.

Me dí vuelta pero extrañamente no estaba donde creía que estaría, en realidad, no estaba en ningún lado. Empecé a creer que estaba loca cuando alguien tocó mi hombro.

-          Hola Trinidad, ¿cómo estás? – era Ale, una chica con la que había conversado el día anterior.

-          Hola Ale, estoy bien gracias.

-          Espero no verte mal nunca entonces porque no te ves para nada bien, estás muy pálida.

-          No es nada, es que, como te dije ayer, la gripe que tengo es un poco fuerte y todavía no estoy muy recuperada.

-          Ah, bueno… espero que te mejores pronto porque escuché el rumor de que va a haber una fiesta en la casa de Jorge.

-          Quizás sea bueno para distraerme un poco – traté de mostrar mi mejor sonrisa pero creo que no fui convincente.

 

La mañana transcurrió tranquilamente, a la hora del almuerzo fui a la cafetería de la facultad con Ale y otros chicos. Este día estaba siendo mejor que el anterior, hasta llegué a pensar que me adaptaría rápido a ese nuevo ambiente.

 

-          Trinidad, hoy en la noche haré una fiesta en mi casa, toma – dijo Jorge tendiéndome un papel – es mi dirección, espero verte ahí.

-          Emmm, no estoy segura, pero quizás vaya.

-          Nada de eso, te espero en mi casa, no me vas a hacer un desaire.

-          No pretendía eso.

-          Entonces esta noche bailarás conmigo.

-          No lo sé, es que no me he sentido bien estos días. No se si vaya.

-          ¡Ya hombre! Déjala en paz – dijo amablemente Ale.

-          Si Jorge, cualquiera pensaría que la quieres sólo para ti – me sonrió Benjamín.

-          No quiero eso, aunque quizás tu si lo quieres Trinidad.

 

Me ruboricé más de lo normal, me ardía la cara. Sentí que todos me miraban.

 

-          Quizás simplemente no quiere salir contigo.

 

Todos se voltearon para ver quien había dicho eso. Esto era ridículamente extraño, ahí estaba una vez más Lucas Gilleman. No bastaba con que el día anterior me hubiera avergonzado con su perfecta respuesta en Cálculo, ahora tenía que defenderme en medio de la cafetería llamando la atención de todos.

 

-          ¿Y a ti quien te invitó? – dijo Jorge poniendo cara de enojo.

-          Nadie, pero puedo decir lo que pienso cuando se me plazca – dijo Lucas, apoyado en una mesa vacía, se veía imponente.

 

Jorge no alcanzó a contestar nada porque el chico misterioso de pronto se movía hacia la salida y se perdió entre los demás estudiantes.

 

-          Vámonos ya o llegaremos tarde a clases – dije para romper el ambiente incómodo que se había formado.

 

Nos paramos ruidosamente y nos dirigimos a la sala número 8, justo ahí me esperaban dos horas de clases de Biología.

 

-          Hoy les voy a hablar de la respiración celular, supongo que todos saben de lo que se trata pero no quiero sorpresas en el laboratorio así que de todas formas haré esta clase para que estén preparados para el próximo martes porque los voy a calificar…

 

La profesora Hartny era una señora de edad, llevaba el pelo perfectamente recogido y no decía ninguna palabra impropia, pero debajo de esa rectitud había una persona amable y comprensiva. Con el tiempo llegaría a pensar que me agradaba bastante.

 

Al término del día estaba cansada y con fiebre así que antes de ir a casa me dirigí al baño, estaba tan lleno que me demoré una eternidad en entrar. Cuando por fin salí, los chicos se habían ido porque tenían que ir a sus casas a prepararse para la fiesta. Yo estaba decidida a no ir, a pesar de que Ale me había tratado de convencer toda la tarde. Ya había tenido muchas emociones por un día.

 

Caminé lentamente por el pasto en dirección a la salida de la facultad, me faltaban pocos metros para llegar cuando vi que Lucas estaba sentado en una banca a escasos pasos de mí. Me miró profundamente, se levantó y caminó hacia donde yo estaba, pensé que se dirigía hacia otro lado, no tenía ninguna razón de ir hacia mí, ayer lo había saludado y él había salido corriendo así que no, realmente no podía caminar en mi dirección. Pero me equivoqué.

Se paró delante de mí, obstaculizándome el paso.

 

-          Te ves mal – me dijo.

-          Gracias, siempre quise un cumplido como ése.

-          Me refiero a que te ves extraña, enferma.

-          Pues si, estoy enferma y no me siento bien así que si me permites…

-          Te llevo a tu casa – me interrumpió.

-          ¿A mi casa?

-          ¿O vas a otro lugar?

-          No, voy a mi casa, pero…

-          ¿Pero qué? Te sientes mal, yo te llevo, ¿qué hay de mal en eso?

-          Bueno, que creo que ayer hiciste tu máximo esfuerzo para ponerme en ridículo en Algebra, luego te saludé y saliste corriendo, hoy inexplicablemente me defiendes en medio de la cafetería y ahora me ofreces…

-          Llevarte a tu casa, si.

-          Gracias, pero no.

-          Insisto, no te ves para nada bien y no estaría tranquilo sabiendo que… - dudó y de pronto se quedó callado.

-          ¿Sabiendo qué cosa?

-          Que te puede pasar algo.

-          Oh, nada me va a pasar, tranquilo. Y ahora si me dejas, debo irme.

-          Espera, de verdad quiero llevarte.

-          Bueno, el problema es que no tengo buen equilibro y podría caerme de la motocicleta.

-          ¿Y quién te dijo que voy a llevarte en motocicleta?

 

Su comentario me descolocó, yo lo había visto llegar en una moto negra, no lo pude haber imaginado. Seguro me estaba jugando una broma.

 

-          Tú llegaste en una moto negra.

-          Si, pero te voy a llevar en mi auto.

-          ¿Tu auto? Pero, ¿cómo?

-          Ah, la respuesta es simple: magia.

-          ¿Magia?

-          ¿Piensas repetir todo lo que digo?

-          ¿Repetir lo que dices? No, lo siento… digo, claro que no.

-          Bueno, entonces te llevo.

 

Me tomó del brazo y me condujo al estacionamiento. Me dí cuenta que no iba a lograr nada resistiéndome, él era un chico fuerte y yo, una niña que había escapado toda la vida de la clase de deportes. No tenía ninguna posibilidad.

 

Me llevó hasta un auto color bronce oscuro, su color hacía resaltar sus ojos. ¿Habría pensado eso cuando lo compró?

Lucas rió fuertemente.

 

-          ¿De qué te ríes?

-          Nada, sólo que recordé algo gracioso.

-          Cuéntame, así nos reímos los dos.

-          Dime donde vives.

-          ¡Qué brusco cambio de tema! – le indique como llegar hasta mi casa, me abrió la puerta, se subió al auto y partimos.

-          Y… ¿vas a ir a la fiesta de Jorge? – pregunté.

-          No, y tu tampoco.

-          ¿Cómo sabes que no voy a ir?

-          Fácil, porque no quieres ir – parecía como si estuviera husmeando en mi mente – además, no vas a ir porque estás enferma.

-          Te equivocas.

-          No, estoy seguro que no vas a ir.

-          No, digo que te equivocas al decir que no quiero ir. Pero tienes razón en que no iré – me miró profundamente, sentí que me hundía en sus ojos y de pronto noté que estaba templando.

-          ¿Qué sucede?, te has puesto roja.

-          Debe ser la fiebre – ¡claro que no era la fiebre! Cada vez que se acercaba sentía que el corazón me palpitaba a mil por hora.

-          Será mejor que te recuestes.

 

No me había dado cuenta pero estábamos afuera de mi casa.

 

-          Emmm, gracias por traerme.

-          De nada.

-          Nos vemos.

-          Cuando quieras – rió.

 

Ese comentario me hizo dudar, salí del auto y entré en mi casa. Saludé a mis papás, mi hermana aún no llegaba del colegio, tomé una taza de té y me fui a acostar.

 

En mi habitación traté de hacer un recuento de todo lo que tenía que ver con Lucas, lo que sabía de él es que era un chico inteligente, muy misterioso, arisco y guapo. Además de todas esas cosas, parecía ser bipolar y extremadamente observador. Quizás, en nuestro próximo encuentro fingiría no conocerme o haría como si fuéramos amigos desde siempre.


Mientras pensaba en Lucas, no pude evitar pensar en su aspecto, no sólo en su forma de actuar sino en su exterior. Había conocido chicos bien parecidos antes pero él tenía algo más que simple belleza. Sus ojos eran tan expresivos y profundos, era fornido pero delgado y aún así era imponente. De pronto y sin saber cómo, me dormí.

Cap 1: Las ultimas horas

Cada vez se acercaba más el gran día. Era la mañana de un caluroso viernes y el sol pronosticaba que sería un día digno de recordar.

Tendría todo el día para disfrutar con Gabriel, mi novio de hace 2 años. Nos habíamos conocido de una forma bastante inusual. Recuerdo que estaba en una tienda comprando un regalo para mamá, quería un ramo de rosas rojas pero la vendedora insistía en que el último ramo que le quedaba estaba reservado.

 

-          ¿cuánto cuesta?

-          Cinco mil pesos, pero le repito, un joven lo reservó ayer y no puedo vendérselo.

-          Le doy siete mil.

-          Señorita, no puedo vendérselo.

-          ¿Diez mil?

-          Le dije que no puedo.

 

Estábamos en esa estéril lucha comercial cuando entró en la tienda un chico bien parecido, de piel trigueña, alto, pelo castaño y los ojos más tristes que había visto en mi vida.

 

-          Aquí está, el ramo es de él – dijo la vendedora.

 

Tenía una cara horrible el pobre chico y me dio una pena enorme querer quitarle el ramo así que decidí no hacer nada, simplemente me fui.

Llevaba caminando media cuadra cuando el chico de las rosas me alcanzó, traía el ramo en la mano izquierda y una carta en la derecha.

 

-          ¿Tu querías estas flores cierto?

-          Emm, si pero, son tuyas así que iré a buscar a otro lugar.

-          No, toma. Te las regalo. Ya no tiene sentido que yo me las lleve.

-          No puedo, son tuyas, las reservaste. Y me imagino que tu novia se va a enojar si no llegas con este ramo tan lindo a sus brazos.

 

Por la cara que puso después de mi comentario me di cuenta que había metido la pata a fondo. Creí que no se podía ver peor pero estaba equivocada, sus facciones se descompusieron y una pena aun más enorme inundó sus ojos.

 

-          Discúlpame, no quise decir algo indebido.

-          No te preocupes, no es tu culpa que mi novia me dejara el día de nuestro aniversario.

-          Qué pena – mi comentario no fue el mejor, pero me di cuenta tarde y ya no podía arreglarlo.

 

Sin saber cómo, y después de ese desastroso encuentro, nos hicimos amigos. El pobre chico destrozado de las rosas rojas se convirtió en mi novio luego de 5 meses de aquel día.

 

Pero este viernes sería memorable. Era uno de mis últimos días de libertad antes de entrar a la universidad y Gabriel estaba pronto a irse. El lunes empezaría su segundo año en la universidad, que por desgracia quedaba a 450 Km. de aquí y había hecho que el ultimo año estuviéramos un poco distanciados. Pero nada importaba en ese momento porque sería nuestro ultimo día juntos. Gabriel había actuado un poco extraño los últimos días pero seguramente era causado por su viaje.

 

A las 11 de la mañana en punto llegó a mi casa, teníamos planeado salir al parque a caminar antes del almuerzo y luego lo acompañaría a tomar el bus que lo llevaría lejos de mi. Pero el no tenía los mismos planes.

 

-          Hola Trinidad, se que hoy es mi ultimo día en la ciudad. Hay algo que debo decirte y no puedo seguir evitándolo.

-          Gabriel, me estás preocupando.

-          Vamos, será mejor que vayamos afuera.

 

Sabía que Gabriel debía sentirse triste por viajar lejos de su familia y amigos pero estaba actuando realmente raro.

 

-          Trinidad, no se cómo decirte esto. Lo lamento mucho, no era mi intención causarte daño pero no lo puedo evitar. No puedo seguir con esto.

-          ¿De qué estás hablando? De verdad que me estás preocupando.

-          ¿Recuerdas que prometimos ser honestos siempre, no importa lo que sucediera?

-          Claro que lo recuerdo. Dime qué sucede, por favor.

-          Lo que pasa es que… - Gabriel estaba pálido, realmente pálido y se veía extremadamente nervioso, como si estuviera a punto de tirar una bomba nuclear…. Oh, no, acababa de descifrar la bomba nuclear… era mi bomba.

-          Trinidad, hemos pasado momentos muy lindos juntos y estos 2 años han sido muy especiales para mi.

-          Para, no te atrevas.

-          No puedo engañarte Trinidad.

-          Detente.

-          No podemos seguir juntos, no es justo para ti.

-          Yo decido lo que es justo para mi. No hagas esto, yo se que me quieres. – se hizo un profundo silencio, ni siquiera respiraba, el viento no soplaba y las aves no cantaban.

-          ¿Es que acaso no me quieres?

-          Por favor Trini, no me hagas decirlo. Esto ya es suficientemente malo para mi, por favor no me obligues.

-          Gabriel, estás apunto de cometer un error muy grande.

-          Lo sé, pero es lo que debo hacer. Terminamos

 

Mi garganta se apretó y no pude decir nada más. Frente mi estaba el chico al que yo había reparado después de que su anterior novia lo había dejado, el chico con el que había pasado los últimos 2 años, ése chico me estaba dejando, me estaba dejando a mi. Me concentre profundamente y pensé en las palabras exactas que debía decir.

 

-          No esperaba esto, había planeado una mañana fantástica pero ya todo ha cambiado. Todo cambiará de ahora en adelante.

-          Trinidad…

-          No, déjame hablar, ahora es mi turno. No entiendo tus razones, así que tu tampoco pretendas entender las mías. Por más que me duela, ya tomaste tu decisión y ahora me toca a mí. Decido que te quise demasiado, más de lo conveniente y que eso en una horas más me jugará una mala pasada. Pero por ahora quiero, que te des media vuelta y vayas a tu casa. No pidas mi amistad porque no te la daré. Sólo déjame ir y no me busques, ya es demasiado doloroso así. No lo hagas peor.

-          Trini, lo siento.

-          Lo sé, pero todavía no lo sientes tanto. Espero que sea un buen año para ti en la universidad. Adiós.

 

Esas fueron las últimas palabras que le dediqué a mi ex-novio.

 

Mis últimos días se habían trasformado dramáticamente de soleados a lluviosos. En mi casa nadie preguntó, creo que se dieron cuenta por mi cara que no había nada de qué hablar. Esa misma noche le conté lo sucedido a Julieta, mi hermana menor. Luego mis papás también lo supieron pero gracias a Dios no hicieron ningún comentario, sólo me llenaron de chocolates.

 

El sábado por la mañana alguien deslizo un sobre por debajo de la puerta, tenía mi nombre como destinatario. Julieta lo llevó a mi habitación.

 

-          Toma Trini, dejaron esto para ti. Creo que fue la hermana de Gabriel.

-          Gracias Juli. –mi hermana salió rápidamente de mi habitación, a veces la adoraba.

 

Tomé el sobre, era la letra de Gabriel. Lo arrugué fuertemente y lo arrojé por la ventana. En 2 segundos estaba saliendo de mi habitación y volando por las escaleras. Salí de casa a recoger el maldito sobre y subí nuevamente a mi habitación.

Lo miré una y otra vez, no sabía si quería leer la carta cuando vinieron a mi mente sus palabras

 

 ¿Recuerdas que prometimos ser honestos siempre, no importa lo que sucediera?

 

Él quería decirme algo más y no había podido, quizás se habría arrepentido, quizás había encontrado una forma más terrible de causarme dolor. Fuera lo que fuera, yo iba a averiguarlo.

 

 

Querida Trinidad:

 

            Lamento profundamente lo que pasó ayer, creo que debía haber buscado una mejor forma de decírtelo. Ahora pienso que no era correcto esperar hasta mi último día en la ciudad. Mi familia se mudará aquí conmigo, se vienen en una semana o dos así que no volveré a mi antigua casa.

            Cuando salí de mi hogar a fui a la universidad me di cuenta que había un mundo nuevo que yo no conocía, y en cierta forma el estar atado a ti me impedía hacer ciertas cosas. Lamento tanto todo, quisiera no haberte causado el dolor que debes sentir ahora.

            Hace unos meses conocí a una chica, es una buena persona, es alegre e inteligente, y me quiere. Pero debía arreglar todo contigo antes de dedicarme a una nueva relación.

            Espero que te recuperes pronto de este dolor.

 

Te recordaré por siempre.

                                                                       Gabriel.

 

 

Gabriel me había dejado, me había cambiado por otra y había pasado dos meses junto a mi, engañándome.

 

No me dí cuenta cómo paso, pero al medio día de ese día sábado empezó a llover. Y llovió toda la tarde, igual que mis ojos.

 

Salí a caminar bajo la lluvia. Caminé lentamente por el parque, luego me dirigí a la laguna. La gente que pasaba en auto me quedaba mirando. Deben haber pensado que estaba loca. Caminé por 2 horas y cuando el sol se estaba escondiendo, volví a casa.

Estaba toda mojada, quería darme una larga ducha caliente pero antes debía hacer algo.

 

Caminé hacia mi habitación, tomé la carta y la rompí en mil pedazos. Saqué cada cosa que me recordara a Gabriel, cartas, fotos, música, libros... Puse todo en una bolsa y la boté.

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