Por lo que acababa de oír, no era precisamente un objeto lo que me había arrojado al suelo. No podía distinguir nada a mi alrededor debido a la luz. Traté de apoyarme sobre mis manos pero en el suelo había numerosas piedrecitas que se incrustaron en mis palmas así que no seguí intentando.
De una forma tan inexplicable como apareció la luz, se fue; pero mis ojos se demoraron un poco en acostumbrarse al nuevo entorno. Sólo podía oír.
- ¿Qué demonios te ha pasado Lucas?
Aquella voz era profunda y estaba marcada con un dejo de rabia. Hacía vibrar el aire a mi alrededor y colmaba el ambiente de una singular fuerza. Era potente y abrasadora.
- ¿Quién eres? – me atreví a preguntar.
- Esa pregunta debería hacerla yo.
Cuando mis ojos por fin se acostumbraron a la penumbra, pude ver al sujeto que estaba sobre Lucas. Era un hombre joven aunque mayor que yo, debía tener unos veinticinco años, o por lo menos, eso aparentaba. Vestía una ropa fuera de lo común, estaba ataviado con unos pantalones negros y una polera oscura, sobre ella llevaba una especie de chaqueta de cuero sin mangas y cargaba una especie de bastón en su espalda.
Aunque había sido bastante grosero conmigo, eso no me impedía ver que era bastante guapo. Su espalda era ancha y se podía ver sus brazos bien marcados debajo de su ropa. Tenía el pelo un poco largo y desordenado que producto de la lluvia, se pegaba en algunas partes a su rostro. A un costado de su cara, tenía una fina cicatriz que le daba un aspecto más interesante. Sus ojos eran de un azul profundo y me daban la sensación de ser traspasada por aquella mirada.
Tomó fuertemente a Lucas y lo alzó entre sus brazos.
- Hey, ¿qué haces?
- Veo que lo tuyo no es la inteligencia. – su voz y desprecio era tan potente que provocaba que el frío se apoderara de mi cuerpo una vez más.
- No te atrevas a llevártelo.
- Claro, y dejarlo morir a tu lado es lo más sensato. – comenzó a caminar sin prestarme atención.
- ¡Detente! – paró en seco y giró lentamente para hacerme frente.
- ¿Para qué? ¿Por qué querría perder mi tiempo hablando contigo? – caminé con decisión los metros que nos separaban, pensaba hacerle frente pero, antes de poder acercarme demasiado, giró nuevamente y caminó más deprisa.
- ¿A dónde lo llevas?
- A casa.
¿A casa? ¿Quién era este chico? ¿Sabría todo lo relacionado con Lucas?
Caminaba con seguridad entre los árboles e inexplicablemente, sin preguntar ninguna referencia, llegó al lugar donde se aclaraba el bosque.
- Hey, para de una vez. – intentaba seguirlo pero era muy rápido y empezaba a quedarme atrás.
- No. – siguió caminando, esta vez más rápido gracias a que ya íbamos a través del pasto y no había nada a lo que hacerle el quite para no caer.
Se dirigió hacia el auto de Lucas. Tomó al chico de los ojos pardos con un solo brazo mientras con la otra mano registraba sus bolsillos. Cuando dio con la llave que buscaba, abrió la puerta del auto y metió a Lucas en el asiento del copiloto. Cuando por fin logré alcanzarlos, iba jadeando por el esfuerzo físico al que no estaba acostumbrada.
- Qué…
- Cállate si no vas a decir algo inteligente.
- Por qué…
- Shhht – me hizo callar.
Sacó un diminuto frasco de su chaqueta que contenía un líquido plateado. Abrió la boca de Lucas y estaba preparado para dejar caer su contenido en su boca. Retuve su mano con toda mi fuerza y le impedí continuar.
- ¿Qué es eso que pretendes darle a Lucas?
- Esto – dijo mientras se liberaba de mí como quien sacude una pelusa – es lo que le salvará la vida – vertió todo el líquido en la boca de Lucas y lo ayudó a tragar.
Me empujó con el hombro y cerró la puerta. Rápidamente rodeó el auto y abrió la puerta del piloto. En vista de que era absolutamente inútil tratar de retenerlo, me metí lo más rápido que pude para no darle la oportunidad de dejarme y llevarse a Lucas.
- Veo que eres bastante molestosa. – su voz denotaba un hastió profundo.
- Si, y puedo serlo más si me lo propongo. – aquel chico me estaba irritando demasiado.
Era la hora de que yo también fuera desagradable. No iba a dejar que un desconocido me hablara así, sin siquiera defenderme.
Miré a Lucas y pegué un salto.
- Está rosado.
- ¿Qué? Acaso esperabas que se pusiera verde – no le presté atención al entrometido que manejaba y me apoyé en el respaldo del asiento donde estaba Lucas, me asomé y toqué su mejilla. Estaba notablemente menos frío.
- Lucas, por favor despierta.
A pesar de que tenía mejor aspecto, seguía sin reaccionar. Aunque el chico le había dado algo que al parecer le hacía bien, no sentía ni el más mínimo asomo de confianza. Obviamente aquel joven sabía cosas que yo desconocía y lo más seguro era que conociera bastante bien a Lucas.
Empezaba a sentir un gran desagrado por aquel desconocido y por alguna razón, era incapaz de elaborar frases coherentes frente a él, así que decidí no decir nada más durante el viaje y me dediqué a acariciar la mejilla de Lucas y decirle al oído que necesitaba que abriera los ojos mientras trataba de no pensar en que estaba empapada y tiritando debido a la sorpresiva lluvia.
Como iba preocupada de Lucas, dejé de ver el camino y confié en que llegaríamos a un lugar seguro. En unos pocos minutos nos encontrábamos en la casa de Lucas. La lluvia había cesado.
El chico bajó del auto y se dirigió a la entrada, hizo algunos movimientos extraños con las manos y la puerta se abrió.
Me bajé del auto para ayudar a bajar a Lucas pero el desconocido era muy rápido y ya estaba a mi lado. Me apartó y tomó a mi objeto de preocupación una vez más.
- Toma – dijo mientras me tiraba una llaves a la cara- Ya que sigues aquí, por lo menos se útil y ponle llave.
Me tragué las infinitas respuestas e insultos que pasaron por mi cabeza y me limité a ponerle seguro al auto de Lucas. Cuando terminé, me dirigí hacia la casa y entré.
No veía el lugar en que se encontraban los dos chicos así que decidí buscarlos.
- ¿Dónde estás?
Mi pregunta resonó en vano pues nadie respondió. Me dirigí hacia las escaleras, recordaba que el dormitorio de Lucas estaba en el segundo piso y seguramente el extraño lo había llevado hasta allí. Subí cuidadosamente y en silencio esperando escuchar algún indicio del estado de Lucas o algo que me diera alguna pista de quién era el chico que me golpeó en el parque.
Una vez que llegué al segundo piso, me percaté de unas pequeñas gotas que salpicaban la fina alfombra que recubría el piso y decidí seguirlas. Me encontré con un estudio, un baño y una pieza vacía en el camino. Ya casi al final del recorrido, quedaban sólo tres puertas. Las manchas de agua se dirigían hacia la penúltima del lado izquierdo, que daba hacia el frente de la casa. Me acerqué a la puerta y escuché susurros provenientes del interior.
- ¿Lucas?
- Ah, veo que sigues por aquí. – ahí estaba el sujeto.
Lucas estaba tendido en una cama, seguramente era la suya. Estaba semidesnudo, y a su lado se encontraba el joven que se apostaba de rodillas y con cara de preocupación.
- Si, sigo aquí. Al igual que tú – agregué.
- Hey, ¿por qué se supone que no debería estar aquí?
- Pues no lo sé. Así como tampoco se quién eres.
- No lo sabes aún.
- No.
El chico se puso de pie y me miró. Sentí un escalofrío en cuanto nuestros ojos se encontraron en una silenciosa disputa. Había algo en esos ojos que me resultaba conocido. Algo en mi interior me decía que a pesar de lo desagradable que me resultaba, él no era una mala persona.
- Emm, siento haber sido descortés contigo. No era mi intención – me acerqué un poco – estaba preocupada por Lucas.
- No te disculpes – un ligero resplandor pasó por sus ojos – no me ofendo por humanos que no significa nada para mí.
- Para. Una cosa es que trate de ser amable contigo, pero no voy a aceptar que me trates de ese modo.
- Así que no vas a aceptar… ¿y quién eres tú para aceptar o no aceptar algo?
- Soy una muy buena amiga de Lucas, y en vista de que no sé quien eres tu… - respiré hondo – te pido que te vayas. Yo me encargaré de cuidarlo.
El joven rió estrepitosamente, me asusté al pensar que el ruido podría perturbar a Lucas, pero él no se movió.
- ¿Qué yo me vaya?
- Si, eso dije.
- Lo mejor será que te vayas tú – siguió riendo mientras me miraba con desprecio.
- ¿Y quien eres tú para decirme eso?
- Que quién soy yo… pues yo, soy el dueño de esta casa.
Este chico me tenía realmente intrigada. Conocía a la perfección a Lucas y sabía donde se encontraba cada cosa. Obviamente conocía la casa a la perfección pues debía de haber llegado directamente a la habitación pero, ¿sería él el dueño de la casa? De ser así, ¿por qué Lucas vivía en una casa que no le pertenecía? De pronto me dí cuenta de un gran detalle; a pesar de conocer algunas cosas importantes de Lucas, muchos aspectos de su vida me eran desconocidos, como su vida antes de llegar a la universidad.
- Lucas es el dueño de esta casa.
- Pues, si… y no. - ¡diablos! Cada respuesta de este chico me dejaba con más preguntas. Era tan misterioso y seguro de si mismo. Era tan engreído.
- Explícate. – rodó los ojos en señal de desagrado.
- Quiero decir – lo dijo lentamente – que esta casa le pertenece a la familia Gilleman.
- ¿Y eso qué tiene que ver contigo?
Volvió a reír ruidosamente y unos mechones de pelo cayeron seductora y malévolamente sobre su rostro.
- Tiene que ver conmigo porque… - disfrutaba cada latido desesperado de mi corazón, disfrutaba con mi angustia – soy Marco, el hermano de Lucas.
Saludos, queridos lectores.
La tranquilidad que llegué a sentir en aquel lugar, se esfumó.
Pasaban los minutos pero nada cambiaba, no había ni un solo ruido. Ni el viento, ni un animal… no había nada. De pronto, empezó a descender la temperatura. Algo extraño estaba sucediendo.
Me preocupé y decidí que lo mejor sería ir en busca de Lucas, él no me había encontrado, pero yo si sería capaz de encontrarlo a él.
- ¿Lucas?
Todo estaba en silencio. Lucas no estaba y mi corazón se aceleró una vez más.
Busqué con la mirada entre los árboles pero mis esfuerzos no obtenían su recompensa, la angustia se apoderaba de mí y caía presa del pánico. Corrí entre troncos y ramas, tropecé en varias oportunidades, grité, busqué… pero sólo había una luz blanca en el cielo. Esa maldita luz; ya me estaba empezando a molestar aquel cielo.
- ¡Lucas! ¿Dónde estas?
Seguí corriendo en círculos, me estaba desesperando y mi búsqueda era infructuosa. Llegué a una gran roca y pensé ocuparla como punto de referencia. Caminé en línea recta hacia la derecha pero no lo encontré. Volví tras mis pasos y seguí caminando. Estaba cansada, corría y gritaba sin cesar. Comencé a sentir un dolor en mi costado izquierdo y mi boca se ponía salada, tenía un sabor ácido, metálico y desagradable.
Sentía como si alguien me estuviera mirando, pero cada vez que volteaba, no había nadie. Sólo estaba yo en medio de aquellos altos árboles. Me estaba poniendo paranoica, me sentía como en el medio de una película de terror. ¿Y si Lucas me estaba jugando una broma?
Siempre había pensado que la mente de los chicos era algo indescifrable y absolutamente impredecible, salvo algunas excepciones, pero Lucas no era una de aquellas excepciones. Me imaginé que en su intento de distraerme, podía haber planeado todo esto pero, ciertamente, no era ni gracioso, ni la mejor forma de levantarme el ánimo.
- Lucas, si es una broma, te prometo que no te hablaré nunca más en la vida. – quizás si lo amenazaba, aparecería y se acabaría todo aquel ridículo juego – te lo advierto, ¡esto no me gusta!
Y mis palabras se fueron con el viento porque Lucas no apareció. Seguramente tenía un retorcido sentido del humor. No podía entender como un chico tan dulce podía comportarse así. Traté de dejar de lado mis sentimientos por él ya que se me hacía muy difícil concentrar mi furia al pensar en él, en sus bellos ojos, en las palabras que a veces me dedicaba al oído, en la forma en que, en algunas ocasiones, lo descubría mirándome y cómo se sonrojaba cuando se daba cuenta de que era descubierto… Respiré profundamente y me enfoqué en encontrarlo.
- Eso es Trinidad, sólo encuéntralo.
Buscaba con desesperación aquellos ojos en los que tanto me gustaba perderme pero que ahora estaban perdidos. Trataba de recordar los lugares por donde había pasado pero no lo conseguía, tanto así que la gran piedra, mi único punto, se encontraba fuera del alcance de mis ojos, sólo lograba confundirme y no tenía ni la más remota idea de dónde me encontraba. Mi sentido de la orientación siempre fue pésimo así que no sabía ni siquiera hacia donde estaba el norte.
Caminé sin rumbo, buscando por todo el lugar, debajo de cada tronco, detrás de cada roca, hasta que por fin, lo vi.
- ¡Lucas! ¡Lucas!
Corrí a su encuentro. Estaba tendido de espalda en el pasto. Su piel estaba pálida y no reaccionaba a mis palabras. Caí de rodillas a su lado e intenté que respondiera a mis peticiones.
- Por favor Lucas, despierta. ¡Lucas!
Toqué su rostro, estaba gélido. El calor lo abandonaba y no lograba hacerlo reaccionar.
- Demonios, ¿en qué se ha convertido esto? Tienes que abrir los ojos. No puedes dejarme así. Dijiste que irías por mí.
Toqué su rostro una y otra vez, en un vano intento de que abriera los ojos. El miedo se apoderaba de mí y me impedía pensar lógicamente. ¿Estaría enfermo? ¿Alguien lo habría atacado? ¿Por qué no abría los ojos? No había señales de lucha ni le lograba ver alguna herida.
- No me hagas esto, no ahora. No me dejes.
Silencio.
Luz blanca.
Su respiración se hacía cada vez más débil y yo no atinaba a hacer nada, sólo estaba ahí, a su lado, no ayudaba en nada. Lucas no me podía abandonar, no podía. No debía.
Era injusto, no entendía por qué me pasaban esas cosas tan horribles. Mi amigo había sido herido tratando de ayudar, mi mejor amiga estaba grave y ahora, el chico de mis sueños, yacía tendido en medio de la hierba en un lugar rodeado de árboles sin nadie que nos pudiera ayudar.
- Lucas, te prohíbo que me dejes aquí sola. No te lo permito. ¡Abre los ojos!
Los sollozos que venían desde mi corazón hacían que mi cuerpo se sacudiera mientras mis nervios escapaban de todo autocontrol.
- Abre los ojos, ahora ¡ya!
Me dejé caer sobre él y golpeaba su pecho intentando algo, cualquier cosa era mejor que verlo ahí, sin hacer nada. Su respiración se apagaba y no se me ocurría nada.
- Por favor, no me dejes, ahora que se que… ahora que se que te quiero. Mi hermana tenía razón, tú eres importante en mi vida y nunca te lo he dicho. No me hagas esto, no me dejes sin poder decirte, mirando tus hermosos ojos, cuanto te quiero.
Sus pulmones se llenaban cada vez menos.
Busqué en su pecho hasta que encontré su medallón, lo tomé firmemente en mi mano izquierda y rogué al cielo por ayuda.
Pequeñas gotas empezaron a caer sobre nosotros. Ocupando el poco valor que me quedaba, me alcé sobre el brazo que tenía libre y me posicioné sobre el cuerpo que estaba tendido en el pasto.
- Por favor Lucas, despierta.
Me acerqué a él en un desesperado intento de hacerlo reaccionar, aún podía sentir su aliento aunque era demasiado débil.
- Si hay alguien, en algún remoto lugar, que sea capaz de escucharme, ¡necesito ayuda! – Las palabras brotaban entre sollozos y mi visión se estaba volviendo borrosa debido a las lágrimas.
La luz blanca se hizo menos potente y en su reemplazo, me vi rodeada de oscuridad, la lluvia empezó a hacerse más fuerte y en pocos segundos quedé empapada, cada rincón de mi cuerpo estaba mojado y frío, tal como sentía mi corazón.
Una espesa nube salía de mi boca con cada respiración mientras acercaba mi boca a la de Lucas. Tenía que reanimarlo.
- Vamos, yo se que puedo recordarlo. Dos respiraciones y treinta compresiones.
Intentaba llenar mi memoria con aquella clase de reanimación a la que había asistido hacía unos años. Era la única esperanza que me quedaba. No tenía sentido gritar pidiendo ayuda porque sabía que nadie llegaría. Ya había perdido mucho tiempo y todo dependía de mí… pero no quería que mis labios tocaran los suyos por ese motivo.
- Qué pensamiento más estúpido, es su vida la que está en juego. Vamos, sé que puedo recordarlo.
Claro que era estúpido pensar en eso pero, había una parte, una muy pequeña parte de mí, que me decía que algún día, tocaría esos labios…
- ¡Despierta!
En reemplazo de aquella oscuridad, surgió una luz azulina. Mis labios estaban a milímetros de los del chico de los ojos pardos.
Tenía que ayudarlo a respirar.
Tomé aire y me acerqué.
La luz se hizo más intensa y de pronto, no había nada más, sólo aquella luz. No veía nada pues aquella luz era extremadamente cegadora y me obligaba a cerrar los ojos. No sabía qué pasaba a mí alrededor ni cómo se encontraba Lucas. Sólo podía sentir que el frío dejaba mi cuerpo, ya no me sentía tan congelada y un minúsculo cúmulo de esperanza renació en mi interior.
Pero aún tenía que lograr que el chico de los ojos pardos reaccionara. Solté la cadena que tenía fuertemente apretada en mi mano y traté de acercarme a él para iniciar la reanimación, pero no llegué a hacerlo porque algo muy grande y pesado me golpeó e hizo que cayera sobre mi costado derecho. El golpe fue impresionante, por todo mi cuerpo sentía un retumbar producto del objeto que había caído sobre mí. Sentí como si un elefante me hubiese caído del cielo y, ciertamente, cuando clamé pidiendo ayuda, no era precisamente un elefante lo que intentaba invocar.
Perdí toda orientación. Al tratar de incorporarme busqué a tientas el cuerpo de Lucas pero no lo encontré pues obviamente se encontraba lejos de mí debido a que había rodado varias veces sobre mi cuerpo al recibir el impacto. Podía escuchar un jadeo, alguien estaba trabajando laboriosamente y hacía mucho esfuerzo pues se notaba su cansancio. Identifiqué el lugar desde donde venía el ajetreo y me acerqué. Estiré mi mano derecha e intenté tocar a Lucas pero una voz grave y llena de odio me frenó.
- Qué haces niña idiota, ¡apártate!
No pude dormir en toda la noche. Una vez que Lucas se aseguró de que estaba más calmada, se fue a su casa.
Mi mamá pasó algunas horas conmigo, acariciando mi pelo y dándome esperanzas.
De ser por mí, habría corrido a la clínica en cuanto supe lo de Ale pero, no era lo más aconsejable. Tenía que esperar a que fuera de mañana para poder ir a ver a mi amiga y el corazón no me perdonaba, amenazaba con salirse y causaba un gran dolor en mi pecho. Cientos de lágrimas caían por mis mejillas.
Las horas pasaban lentamente, pero por lo menos pasaban.
Tic tac… la noche se hacía de día… tic tac… mis párpados pesaban demasiado… tic tac.
A la mañana siguiente fui despertada por mi skillü.
- Trinidad, ya es de mañana.
- ¿Qué?
- Despierta. Lucas dice que se hace tarde.
Había mucha luz en mi habitación, una luz blanca como la de esos días que están un poco nublados, se colaba por mi ventana. Debía estar soñando, seguramente seguía somnolienta. ¿Lucas, en mi habitación?
Fue tal la sorpresa que desperté. Estaba tendida sobre mi cama, debajo de mí se arremolinaban las sábanas y frazadas, era un completo desorden.
- ¿Qué dijiste Pinta? ¿Cómo es eso que Lucas dice algo?
- Te estuvo acompañando toda la noche.
Miré a mí alrededor en busca de unos ojos pardos, busqué en cada rincón pero mis ojos no se encontraron con los suyos.
- Espero que no sea una broma, porque no estoy de ánimos.
- No Trinidad, no es una broma. – Pinta me miraba como si estuviera hablando con una loca, sus ojos denotaban extrañeza; como si ilógico que dudara de sus palabras.
- Dime entonces de qué se trata.
- No lo entiendo.
- Pues yo entiendo menos que tú.
- Trinidad, Lucas te ha estado cuidando a través del brazalete.
- ¿El brazalete?...
En cuanto lo vi, enmudecí. Había un diminuto rostro incompleto reflejado en mi brazalete; por alguna razón, seguramente, mágica, los ojos de Lucas miraban los míos como si se reflejaran en el metal.
- ¡Lucas!
- Hola Trinidad, ¿cómo amaneciste?
- Emm, creo que… confundida.
- Estuviste muy intranquila durante la noche.
- Nunca dijiste… tú no… ¿cómo?
- Lo siento, no alcancé a contarte todo lo relacionado con el brazalete.
- Tú… acaso tú… ¿me ves?
- Claro, al igual que tu a mi.
Eran tantas cosas juntas que me sobrepasaban, sin darme cuenta, mis ojos se inundaron una vez más y no pude contener mi tristeza.
- Tranquila, no pasa nada.
- Trinidad, no estés triste – mi skillü también trataba de serenarme pero ninguno de los dos lo conseguía.
- Ha sido una noche… horrible… no puedo creer… Ale…
- Trini, Ale está bien.
- ¿Qué sabes de ella?
- Hace poco hablé con Benjamín. Como lo suponíamos, él la acompañaba cuando los asaltaron. Ale esta mejor, durante la noche la operaron y lograron estabilizarla, ya sabes, un pulmón perforado es algo complicado. – Una nueva oleada de lágrimas nublaron mi visión.
- Bien hecho Lucas – Pinta rodó los ojos y se acurrucó a mi lado.
- Lo siento. Pero lo importante es que ya está fuera de peligro.
- Quiero ir a verla.
- Mmm, no creo que puedas. – al ver mi cara de desesperanza agregó – pero podemos intentarlo.
Tan rápido como mi torpeza me lo permitía, me alisté para salir. Mi skillü era de gran ayuda porque me avisó en varias oportunidades de prendas mal puestas o, simplemente, falta de ropa. Cuando por fin estaba vestida, bajé.
En el comedor estaban mis padres, seguramente Julieta se encontraba durmiendo.
- Hija, siéntate para que comas algo.
- Gracias mamá, pero no tengo hambre.
- No quiero discusiones; además, llamó tu amigo Lucas y dijo que pasaría por ti en veinte minutos. – no podía creer que Lucas llamara a mi casa – Y pidió que me asegurara de que comieras algo porque te llevará a la clínica.
- Está bien, está bien.
Como pude, tomé un vaso de leche y jugueteé con un par de galletas hasta que tocaron el timbre.
Puntual como siempre, Lucas había llegado a recogerme.
En cuanto salí, vi una vez más la luz blanca; era un día muy luminoso tomando en cuenta que estábamos en pleno invierno.
El camino a la clínica fue silencioso, probablemente el chico de los ojos pardos temía que cualquier comentario pudiera hacerme explotar de nuevo.
Una vez adentro, buscamos a los padres de Ale. No pude verla porque estaba con visitas restringidas, pero me tranquilizó hablar con ellos. Mi amiga había sido sometida a una cirugía de largas cuatro horas pero se encontraba fuera de peligro. Si todo iba bien, en una semana estaría en su casa.
Cuando salimos de ese sitio, lleno de luces y personas con delantal, todos con un inmaculado tono blanco; no quise regresar a mi casa.
- ¿Dónde quieres ir?
- No lo sé, pero no quiero ir a mi casa. – miré a Lucas con ojos suplicantes y no tuvo otra opción más que aceptar mi petición.
- Está bien. Hoy seré el encargado de distraerte.
- Gracias Lucas – tomé su mano y la apreté entre las mías.
- Pero necesito que pongas de tu parte.
- Lo intentaré.
Mi acompañante abrió la puerta del copiloto para que yo subiera. Rodeó el auto y luego subió.
- ¿Te parece si vamos a dar una vuelta al parque?
- Si, eso estaría bien.
El recorrido fue silencioso. Cuando llegamos, estacionó a un costado de mi parque favorito y comenzamos a caminar sin rumbo.
El aire entraba en mis pulmones y sentía que con cada respiro, mi cuerpo se limpiaba de aquella sensación de angustia. Me encantaba caminar entre los árboles y me dejé perder entre tanto verde.
- Gracias por traerme aquí.
- Me gusta verte feliz – me giré y lo miré directo a los ojos, luego permití que mis ojos se desviaran a través de su rostro y de ahí, hacia su pecho. Lucas era realmente apuesto. No sólo su cara era linda sino que su cuerpo, era un tanto fibroso pero sin ser exagerado, más bien se mantenía delgado. Sus brazos eran un tanto gruesos, muy protectores; y sus manos eran de un tamaño medio, de esas manos que serían capaces de defenderte ante cualquier eventualidad. Lucas era perfecto… y si no era así a los ojos de los demás, era porque debían estar ciegos.
- Si sigues mirándome así, creo que me puedo gastar - había perdido la noción del tiempo, quizás llevaba minutos observándolo.
- Lo siento – sentí como la sangre subía a mis mejillas y me invadía un extremo calor – no quise incomodarte.
Lucas ladeó un poco la cabeza y me observó fijamente. Muy lentamente, se acercó peligrosamente a mí. Sus ojos estaban a centímetros de los míos, nuestras narices casi chocaban y podía sentir su respiración.
Mi corazón se agitó.
- ¿Qué…?
- Shhh – silenció mis labios con el contacto de uno de sus dedos – no es la mejor idea que he tenido pero, creo que servirá para distraerte.
- ¿Cuál es tu idea?
- Simple – se alejó un poco – jugaremos a la escondida.
- ¿La escondida? – Lucas era impredecible.
- Si, la escondida – puso una expresión de seriedad y autoridad – tienes un minuto para esconderte en este bosque.
- Déjame ver si entiendo bien, tengo que esconderme… ¿y tú después me buscarás?
- Exacto.
- ¿Y hay algún premio de por medio? – ya que iba a jugar como una infante, por lo menos quería hacerlo de una forma más interesante.
- Nada de premios – miró hacia ambos lados y continuó – si logras esconderte bien, y no te encuentro, te salvarás de un gran castigo.
- ¿De qué demonios estás hablando?
- Digo que, soy la más terrible máquina de… hacer cosquillas.
- ¡Jajaja! ¿Estás hablando en serio?
- Claro que sí, y si te interesa saber, tan sólo te quedan 26 segundos para correr.
Tenía que correr, y así lo hice. Mientras iba lo más rápido que podía entre los árboles, pensé que la idea de Lucas era un poco ridícula aunque, como había dicho, serviría para distraerme y pensar en otras cosas. Me sorprendía su forma de pensar y de actuar, en ocasiones era tan misterioso… pero, en momentos como el que estaba viviendo, podía comportarse como un niño de apenas cuatro años.
El viento golpeaba agradablemente mi cara, mi pelo se elevaba y arremolinaba con las corrientes de aire que sucesivamente aparecían entre cada árbol y la luz que se colaba entre las ramas me cegaba de vez en cuando. Cuando me cansé de correr, busqué un buen lugar para refugiarme. Encontré un árbol caído que se atravesaba entre dos árboles gigantes, decidí esconderme detrás de él y esperar a que Lucas me encontrara.
Me senté y me concentré sólo en mi respiración, con cada segundo que pasaba, me iba relajando. Percibía como los miedos me dejaban y en su lugar, una sensación de tranquilidad ocupaba el espacio que antes había sido compartido con el dolor.
Mi escondite no era muy estratégico, es más, seguramente sería un blanco fácil de encontrar puesto que la mitad de mi espalda quedaba expuesta. Pero para ser sincera, tenía deseos de ser encontrada por Lucas, tenía deseos de pasar un rato agradable, tenía deseos de ser feliz.
Pero Lucas no llegó.
Nombre completo: Lucas Franco Gilleman Rieper
Tipo: Oduniano
Pelo: Castaño y un poco largo.
Ojos: Pardos
Estatura: 1,76 mts
Descripción física: Alto, delgado y a la vez musculoso. Posee una mirada penetrante y actitud misteriosa.
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