Waw! Hace muchísimo tiempo (y vaya que realmente fue mucho) que no me dedico al blog.
Nombre completo: Trinidad Nailah Cruz Fabbro
Tipo: Humana
Fecha de nacimiento: 07 de noviembre de 1988
Pelo: Castaño oscuro, largo y con algunas ondas en las puntas
Ojos: Cafés
Estatura: 1,64 mts
Descripción física: Contextura delgada y frágil, su pelo tiende a desordenarse con la humedad.
Talento especial: Ninguno hasta viajar a Odunia, luego descubre que tiene cierto control sobre los pensamientos de Lucas.
Familia: Hija de Álvaro Cruz y Elena Fabbro, hermana mayor de Julieta.
Ocupación: Estudiante de Bachillerato en la Universidad de Southville.
Hobbies: Le gusta leer y escuchar música mientras acaricia a Pinta, su skillü.
Breve biografía: Durante dos años fue novia de Gabriel pero la dejó antes de entrar a la universidad. Conoce a Lucas Gilleman en su primer día de clases y siente una extraña atracción hacia él, con el tiempo llega a amarlo. Viaja a Odunia junto a Lucas y se embarca en la travesía en búsqueda de Violeta.
- Tú debes ser Trinidad. Lucas habla mucho de ti – dijo la chica mirando con ojos risueños – disculpa, qué maleducada soy, no te he invitado a entrar.
- No te preocupes – solté una risita nerviosa y entré a la casa.
- Mi nombre es Violeta, soy la hermana de Lucas.
- Mucho gusto.
- Waw, ahora veo por qué Lucas te quiere tanto, ¡eres demasiado dulce!
- Emm, gracias – sentí que mi cara se encendía. Cómo era posible que Violeta se hiciera una idea de mí cuando yo no había sido capaz de articular ni una buena frase. – Casi se me olvida, Pinta está afuera.
Violeta se asomó una vez más a la puerta y dijo con voz alegre.
- No se cómo se me pasó por alto si eres una de las skillü más lindas que he visto en mi vida. Por favor, entra. – Pinta entró a la casa pero ya había cambiado, seguramente para evitar que por casualidad alguien la viera a lo lejos. Cualquier persona habría dicho que sólo entró un gato en la casa…
La casa de Lucas estaba exactamente igual a la vez anterior en que estuve ahí. Seguía teniendo ese magnetismo especial, sobre todo la mesa de centro. Incluso podía oír que me llamaba… Trinidad… Trinidad.
Sacudí la cabeza para alejar esos pensamientos. No me servía de nada la fantasía en ese momento. Cuando intentaba serenarme, Violeta me tomó por el brazo.
- Por favor, siéntate mientras baja Lucas.
- Emmm, gracias – me dejé caer en el sillón más próximo.
- Debes estar cansada después de viajar en tu skillü.
- Si, un poco. Más que cansada me siento… un poco temblorosa.
- Ah, eso suele pasar. No te preocupes que con el tiempo te acostumbrarás – al decir eso, se puso de pie – si Lucas pregunta por mí, dile que estoy afuera bailándole al cerezo.
No entendí lo que quiso decir así que me limité a asentir levemente con la cabeza. Apenas di un pestañeo, Violeta había desaparecido.
- Trinidad, ¿te molestaría si voy con Violeta? – Pinta estaba sobre la mesa de centro y me miraba con sus pequeños ojos.
- Claro que no. Pero trata de estar atenta por si mi orgullo no me permite hablar con Lucas y tengo que escapar de aquí.
- Como digas. – dijo mi skillü entre una risa gatuna y salió por la pequeña abertura que dejaba el gran ventanal que separaba el living del patio.
En vista de que me había quedado sola esperando que llegara mi condena, intenté respirar profundo y ensayar lo que le diría a Lucas. No sabía cómo empezar a disculparme, sobre todo porque era algo en lo que no tenía práctica. Estaba acostumbrada a tener la razón siempre.
Aunque me propuse aparentar que estaba tranquila y serena, no lo logré. Sobre todo cuando Lucas me tomó por sorpresa. Estaba en silencio, parado detrás de mí. No intentó llamar mi atención pero de todas formas supe que estaba ahí. Su aroma era inconfundible, al principio era una mezcla de madera y hojas húmedas que me hacía pensar en el otoño. Después de unos minutos, podía sentir unos pequeños toques cítricos. Pero la mejor parte era que duraba muchas horas a mí alrededor así que bastaba con que estuviera cerca de él por unos instantes, para llevar su aroma conmigo durante todo el día.
Giré la cabeza y miré en su dirección. Éramos como dos pequeñas hormigas al compararnos con su gran casa y a pesar de eso, él podía llenar todo el lugar con su magnetismo. Cada movimiento, cada respiración, cada latido de Lucas me incitaba a estar cerca de él. Pero todavía tenía que hacer algo antes.
- Lucas. Tengo que decirte algo… - inhalé profundo- yo, lo sien…
- Lo siento – dijo rápidamente y me miró como si fuera la primera vez que nuestros ojos se encontraran. No tienes que disculparte conmigo, fui yo quien se equivocó en primer lugar y después… me comporté como un idiota.
- No digas eso. – me atreví a acercarme unos centímetros – Yo me porté muy mal contigo. Primero te dejé solo y después no te hablé en la Universidad…
- Trinidad, no es necesario…
- Por favor Lucas, deja que me disculpe. Es algo que no suelo hacer y pienso que me serviría para ser… mejor persona – esbocé una pequeña sonrisa – Mi forma de actuar fue inaceptable y espero que puedas perdonarme por lo que sucedió desde que fuimos al parque.
Lo que pasó a continuación me tomó por sorpresa. Lucas sonrió como nunca, sus ojos brillaban como millones de estrellas en el firmamento que se reúnen para ver algo que sólo ocurre una vez en la vida. Pensé que tanta alegría no podía ser causada por algo que dijese yo y temerosamente volteé mi rostro para ver si detrás de mí había algo o alguien que hubiese pasado por alto, pero sólo me encontré con mi rostro reflejado en el gran ventanal.
Cuando giré nuevamente, volví a encontrarme con la cara de Lucas, seguía sumergido en esa extraña y enorme felicidad.
- ¿Sucede algo? – me atreví a preguntar.
- No. Quiero decir… si. – lo miré mientras esperaba ansiosa a que siguiera hablando – es que te tiembla un poco el labio –dijo señalando el suyo a modo de ejemplo- y tienes una expresión adorable cuando pides perdón.
Sentí como si toda la sangre de mi cuerpo huyera hacia mis mejillas. Me invadió un calor repentino, seguido de una gran vergüenza.
- No, por favor. No te avergüences – se apresuró a decir – es sólo que… - se ruborizó un poco – nunca te había visto en esta situación. Eso es todo.
- Esto ya es lo bastante vergonzoso como para que te rías de mí – lo dije en tono juguetón pero también con un poco de resentimiento.
El chico de los ojos pardos se acercó a mí y me envolvió en sus brazos.
- No me gusta estar alejado de ti – me susurró al oído.
- A mi tampoco – me atreví a confesar.
Se alejó un poco, mientras deslizaba sus manos hacia mi cintura, para que quedara el espacio suficiente entre nosotros como para mirarnos a los ojos. En ese instante, pude sentir como mi corazón de volvía loco y clamaba por abandonar mi pecho. Cada fibra de mi cuerpo estaba inmersa en una revolución que me hacía sentir como si miles de chispas invadieran mi piel. Pude percatarme como hasta los dedos pequeños de los pies se unían al compás vertiginoso mientras estaba entre los brazos de Lucas.
- Prométeme que nunca más volveremos a estar distanciados – me dijo dulcemente.
- Lo… lo… lo prometo.
¡Sentía que volaba! Nunca antes había llegado a tener tal cercanía física con Lucas. Me costaba distinguir donde terminaba mi cuerpo y empezaba el suyo. Él estaba sumergido en mis ojos, de la misma forma en que yo estaba en los suyos. Él era… perfecto. Los dos éramos perfectos. El momento era perfecto. Todo el mundo estaba perfecto.
Y de pronto, la magia se acabó. El celular de Lucas sonó en su bolsillo y aquello hizo que volviéramos a la realidad. Cuando salimos del trance en el que estábamos sentí como si una gran cortina cayera sobre mí. Lucas había estado a punto de… Suspiré y me moví levemente cuando desenroscó sus brazos de mi cintura mientras atendía la llamada.
Lo siguiente fue sumamente confuso. A los pocos segundos después de contestar, Lucas se puso tenso y se alejó de mí. Hablaba sumamente despacio, como si no quisiera que yo lo escuchara. La llamada le tomó poco más de un minuto y después de guardar el celular se quedó inmóvil.
- Lucas, ¿sucede algo malo? – me acerqué tímidamente, esperando que se alejara como lo había hecho recién pero no movió ni un músculo.
- Lucas… – intenté de nuevo pero no había caso.
Me puse frente a él y en cuando pude ver su rostro, supe que algo realmente malo estaba pasando. Tenía la mirada clavada en el piso y grandes lágrimas brotaban de sus hermosos ojos. Era como un recuerdo de los días pasados, volvía a tener esa expresión de “estar vacío”.
Delicadamente acerqué mi mano a la de él y la tomé dulcemente. No rehuyó el contacto pero tampoco se movió, no hizo nada.
- Lucas, me estás preocupando, dime qué...
- Es Alexandra. Ella... Ella...
- Por favor, dime de una vez qué es lo que sucede. – Lucas no respondió así que intenté desesperadamente sacarle algo de información – qué puede ser lo bastante grave o malo como para dejarte en este est…
Y todo tuvo sentido. Lucas levantó la mirada y la fijó en mí. Después de un silencio que se me hizo eterno, habló.
- Era Benjamín. Él me dijo… - suspiró tristemente – dijo que Ale tuvo una complicación.
- No puede ser. – Para ese entonces, también brotaban lágrimas de mis ojos.
- Es algo que a veces sucede después de una intervención médica tan grande.
- Lucas. Por favor, no sigas.
- Un coágulo viajó hacia su cerebro. Ella… - Lucas se sacudía por completo al intentar reprimir un gran sollozo – Ella no lo pudo soportar…
- ¡No puede ser! – Ale había llegado a ser muy cercana, era alguien que ocupaba un lugar importante en mi corazón - ¡No puede ser! Dime por favor que estás mintiendo.
- Trinidad. – Lucas me tomó por los hombros, haciendo un claro esfuerzo por mantenerse firme – Alexandra falleció.
Tipo: Skillü
Fecha de Nacimiento: 02 de octubre de 2005
Pelo: Café y anaranjado con rayas.
Ojos: Café/miel
Estatura:
Descripción física: Tiene es aspecto de un gato doméstico cuando está tranquila pero se transforma en una especie de tigre/león cuando debe proteger o defender a Trinidad.
Talento especial: Se convierte en un animal con una fuerza extraordinaria y gran agilidad.
Familia: Hija de Orü y Kaili.
Ocupación: Cuidar y defender a Trinidad.
Hobbies: Salir por las noches a vigilar los alrededores y tomar aire fresco.
No tenía más exámenes hasta el lunes siguiente. Tan sólo faltaba una semana para mis ansiadas y merecidas vacaciones. Por fin tendría un poco de tiempo para analizar lo que había pasado en las últimas semanas. Tiempo, eso era justo lo que necesitaba. Quien se habría imaginado que eso era lo que me iba a sobrar.
- Oye tú, ¿sigues en las nubes?
- ¿Qué intentas decir con eso, Juli?
- No intento nada, simplemente lo digo. Últimamente has estado un poco – hizo una pausa – perdida. No se si será por tu noviecito o por los exámenes, pero estoy segura de que algo te pasa.
- No es nada que unos días de descanso no puedan curar. ¡Ya casi puedo oler mis vacaciones!
- Si es así, me alegro – sus palabras no coincidían con la expresión de sus ojos.
- Supongo que debo decir “gracias”.
- Si, supones bien – mi hermana se dirigió hacia la puerta de la cocina – ah, me olvidaba. Papá me dijo que te invitara a ver la lluvia de estrellas. Ya sabes, hija adolescente, novio universitario, noche oscura y tenebrosa… ¿Te animas?
- ¿Me estás pidiendo que sea tu niñera?
- Mmm, algo así. ¿Irás?
- Está bien, de todos modos tenía pensado ir a ver las estrellas. Ojala que no esté nublado el cielo.
- Cruzaré los dedos, aunque ya estoy perdiendo un poco las esperanzas. Tres días seguidos de lluvia le quitan el ánimo a cualquiera.
El hecho de que fuera viernes por la mañana y que faltaran tres días para el próximo examen, hizo que me relajara un poco. Subí a mi habitación y prendí el televisor, encontré un programa de asesinos y detectives. Llamé a mi skillü para que se acurrucara conmigo mientras veíamos la televisión. No recuerdo nada de los asesinos ni de los detectives, sólo que de un momento a otro, me dormí.
Caminaba por un lugar completamente oscuro, no había ni un minúsculo rayo de luz que me permitiera vislumbrar los alrededores. Me agaché, el piso era sumamente plano y suave. Estiré los brazos por si encontraba algún muro cerca de mí, pero no logré tocar nada. Me imaginé que estaba en una gran habitación a oscuras.
De algún modo, sabía que estaba soñando, y eso me pareció extraño. No es muy común que estés durmiendo y que, racionalmente, sepas que lo estás haciendo. A pesar de aquel conocimiento, quise seguir ahí, quería saber de que se trataba. Me erguí y comencé a caminar con cuidado, de modo de no tropezar. De pronto, noté que la temperatura del lugar empezaba a aumentar. Sentí un poco de sofoco, me faltaba el aire. Me imaginé que si caminaba lo suficientemente lejos, podría escapar de aquel calor, pero no pude.
Entre la oscuridad, vi un flash de luz que desapareció increíblemente rápido. Caminé hacia donde había visto la luz. No sabía de distancias, sólo sabía que debía caminar. Otro flash. Corrí hacia él pero en menos tiempo de lo que toma un pestañeo, había desaparecido. Seguí corriendo pero no logré encontrar el causante de las luces. Me percaté de que el calor se había ido velozmente y que en su lugar, corría un gélido viento que hizo que cada cabello de mi cuerpo se erizara. Sentía mucho frío y hacía que me doliera la cabeza. Otro flash llamó mi atención. Esta vez, había aparecido muy cerca de mí.
Esperé a que sucediera algo más mientras trataba de imaginar qué podía estar originando aquellas luces hasta que algo me distrajo. ¡Qué idiota había sido al quedarme ahí! ¿Cómo no me había dado cuenta de que estaban cayendo rayos?
Quise correr en la dirección contraria a los rayos pero ya era tarde, me acurruqué en el suelo esperando por un milagro. No sabía cómo, pero presentía el peligro… algo más riesgoso que estar en medio de una tormenta de rayos, algo me acechaba.
- ¿Por qué tengo estos sueños tan extraños? Debo despertar, debo despertar, debo despertar – me repetía en vano.
Miré hacia el cielo, o lo que en ese momento creía que era el cielo y las fracciones de segundos se hicieron eternas. Era como si el tiempo avanzara en cámara lenta porque en un instante vi claramente como caía en mi dirección. Estaba aterrada, si ese rayo caía sobre mí, me mataría. Quedaría irreconocible.
- ¡No puede caerme un rayo encima! – era inverosímil lo que estaba soñando – debo despertar, debo despertar…
Miré mi muñeca a causa de que el brazalete que me había regalado Lucas había cobrado vida. Hacía que mi brazo se alzara, por más que yo intentaba mantenerlo bajo control. Mientras, esperaba el certero golpe del rayo que estaba sobre mi cabeza.
- Trinidad, ¡despierta!
Respiré tan hondo como si hubiese estado una eternidad bajo el agua. Estaba en la tranquilidad de mi pieza, recostada en mi cama y al lado de Pinta. Mi corazón estaba agitado y me percaté de que estaba bañada en sudor.
- ¿Qué pasó? – quise saber.
- Te dormiste a penas me llamaste. Después de unos minutos empezaste a dar vueltas por toda la cama, te movías de un lugar a otro y ponías las manos en frente de tu cara, como queriendo esconderte de algo.
- Una pesadilla – lógicamente, eso había sido – sólo fue un mal sueño. – suspiré – Lo mejor es que deje de holgazanear y me ponga a estudiar. Eso mantendrá mi mente libre de fantasías.
- Mmm, ¿estás bien? – mi skillü me miró con cara de escéptica.
- Claro que si, sólo fue un sueño. No te preocupes por mí, estoy bien. – traté de sonar despreocupada y relajada.
- De todas formas me quedaré a hacerte compañía. ¿Me sirves un poco de miel?
El resto de la tarde estuvo relativamente bien. No más pesadillas ni ideas fantasiosas. Mi cabeza estaba absorta en los libros que tenía que devorar en las próximas horas, aunque tenía una distracción: Lucas. Por alguna razón no podía dejar de pensar en él y me atormentaba la decisión que había tomado.
Por la noche no pude aguantar más y exploté.
- Lo extraño demasiado – miré a Pinta que estaba junto a mí.
- ¿Y qué piensas hacer al respecto? – dijo entre ronroneos.
- No lo sé. Me siento perdida. A esta altura no se si fue buena idea alejarme de Lucas pero… aunque me duele, hay una parte de mí que sigue pensando que está bien lo que estoy haciendo. Pero hay momentos, como éste, en que siento que lo extraño más de lo humanamente soportable, pienso que lo correcto es dejar que tenga una vida tranquila – sentí como una lágrima se asomaba – es lo que debía hacer. ¿Qué piensas tú?
Esperaba una respuesta verbal de mi skillü, en cambio, recibí una gran, gran sorpresa. Ante mis ojos vi el cambio de gato a león. Sin avisarme, Pinta había cambiado de forma. A dos pasos de distancia tenía un felino que me llegaba hasta los hombros. Su pelaje era marrón, y sus ojos eran color miel, aquellos eran los mismos ojos de mi skillü pero el cuerpo era distinto a lo que estaba acostumbrada.
- No se trata de lo que debas hacer… pienso que tienes que estar, donde esté tu corazón. Y te puedo asegurar que ese lugar, no es tu habitación. – su voz era más grave de lo normal, pero si me concentraba lo suficiente, podía encontrar su timbre característico.
- Tu… tu… ¡cambiaste!
- Si Trinidad, aprendí a controlar el cambio mientras tu ibas a la universidad. Sé que te parece impresionante pero, justo ahora, hay otras cosas de las que debes preocuparte – me costó salir del ensimismamiento de lo que acababa de apreciar, pero con esfuerzo, logré concentrarme en lo que Pinta quería, Lucas.
- No entiendo qué relación puede tener tu repentino cambio, con lo que yo sienta, o quiera, o deba hacer con Lucas.
- Básicamente, que en esta forma, te sirvo como medio de transporte.
- ¿Qué? – no entendía cómo podían relacionarse conceptos tan dispares como “Lucas”, “la transformación de Pinta” y “medios de transporte”.
- Vamos, no es tan difícil. Te montas en mi lomo y… yo te llevo a la casa de Lucas.
- Espera un momento – traté de ordenar mis ideas – ¿quieres que suba arriba tuyo para que seas una especie de caballo?
- Prefería el término corcel pero si lo pones de ese modo – hizo rodar sus ojos- vamos Trini, atrévete.
No supe cómo Pinta logró convencerme, pero el hecho es que a los diez minutos de haber visto su transformación, ya me encontraba sobre su espalda, aferrada a su suave pelaje, mientras ella corría por las calles oscuras de la ciudad.
Podía sentir como el viento acariciaba mi rostro a medida que mi skillü avanzaba más y más rápido.
- Ten cuidado, ¡estoy a punto de soltarme!
- Nunca te dejaría caer.
- Pero por las dudas, anda un poco más lento.
- Jaja, está bien.
Poco a poco, Pinta redujo la velocidad hasta llegar a ser más razonable. Estaba un poco asustada de que alguien nos viera pero al poco tiempo me tranquilicé al ver que no había nadie por las calles en ese momento.
- ¿Cómo es que no nos hemos encontrado con nadie?
- Porque yo no quiero que nadie nos vea.
- Quieres decir… que tu mantienes alejados a quienes andan por aquí.
- Algo así. Las personas que andan por los alrededores, de pronto sienten la necesidad de alejarse. Aún no conozco mucho los detalles de lo que puede causar mi transformación pero tengo la sensación de que deben sentir algo de miedo.
- Sin duda, eso sería comprensible. Si no te conociera y me encontrara contigo en medio de la noche, lo menos que haría sería salir corriendo.
- Muchas gracias, eso me halaga mucho – sonó un pequeño gruñido pero yo sabía que ese sonido sólo correspondía a una risa animal.
Para cuando llegamos a la casa de Lucas, mi corazón latía con fuerza. Las manos me sudaban y sentía un frío que recorría mi espalda. Debió notarse lo que sentía porque Pinta me preguntó si me sentía enferma antes de incitarme a tocar a la puerta.
- Vamos Trinidad, no hicimos este viaje en vano.
- No es necesario que me lo recuerdes – aún me sentía un poco temblorosa después de bajar de la espalda de mi mascota y sentía las piernas un poco acalambradas.
- Creo que si es necesario. De hecho, si no fuera por mi…
- Si, lo sé… no estaría aquí.
Respiré hondo y me di ánimos para lo que venía.
Durante mi vida, nunca me caractericé por ser una persona de las que se arrepienten en público. Siempre mantuve la imagen de una chica fuerte y decidida. Y sin embargo, estaba a punto de convertirme en un ser indefenso y confundido, estaba a punto de buscar a Lucas para que fuera testigo del desastre de persona en que me había convertido en los días en que intenté negar mis sentimientos por él. Estaba a punto de tocar la puerta… Pero alguien tomó esa decisión por mí.
Una chica de ojos violetas y piel pálida se había asomado a la puerta de la casa de los Gilleman y me miraba con cara de alucinación. A penas salió de su ensimismamiento, me dedicó una cálida sonrisa y luego se giró para vociferar hacia el interior.
- ¡Lucas!, baja pronto. Hay alguien que te está esperando.
Más información del Terremoto de Chile: AYUDEMOS A LOS ANIMALES!
0 comentarios Publicado por |°Dani ~*~ en 16:56El terremoto de 8,8º Richter que sacudió a Chile el pasado 27 de febrero ha dejado una devastación y destrucción sin precedentes.
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